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                 otorgó 4.500 ducados de dote, una fortuna solo alcanzable para la
                 élite de la aristocracia local. El propio Martín Gómez de Aragón dejó
                 2.000 ducados como dote a cada sobrina, y fundó por vía testamen-
                 taria un mayorazgo con un cortijo y censos por valor de 14.000 duca-
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                 dos de capital .
                    Pero la fortuna no era suficiente en la Edad Moderna para ser
                 alguien, sino que la consolidación de la posición social debía avalarse
                 también con el desempeño de un puesto de poder y con honores, esto
                 es, con imagen de nobleza, gracias al acceso a cargos u oficios que
                 legalmente no requerían de demostración de hidalguía –o tenían exi-
                 gencias fácilmente salvables–, pero que las convenciones sociales del
                 momento las revistieron de blasonada condición; proceso de ascenso
                 social que fue posible debido a que la Corona, siempre necesitada de
                 fondos y de afianzar clientelismos, vendió y otorgó como merced todo
                                                                 19
                 lo vendible de forma más velada o más descarada . Las juraderías de
                 los cabildos municipales, los oficios más bajos del poder urbano en
                 Castilla, fueron el ejemplo más claro y extendido, como veremos en
                 numerosas  muestras  de  este  trabajo,  y  a  lo  largo  del  siglo  XVI  el
                 puesto de jurado se consolidó como un puente entre los estratos aco-
                 modados pero no hidalgos y el estamento nobiliario. Un estatus con-
                 fuso entre los pecheros y los nobles, ya que en teoría se nutrían del
                 común pero su situación jurídica era de privilegiados, y por ello fueron
                 puerta de entrada a la consideración aristocrática de personajes que
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                 no lo eran . Y fue la grieta del sistema que aprovechó Martín Gómez
                 de Aragón como tantos otros, dando así el salto a la baja nobleza, pero
                 nobleza, al fin y al cabo, a través de este primer peldaño del escalafón
                 del poder municipal. La prueba más clara de que este oficio no supo-
                 nía una representación vecinal auténtica sino un mero honor social
                 se encuentra en que este caballero siguió viviendo toda su vida en el
                 barrio de la catedral a pesar de que su juradería correspondía al de
                 San Lorenzo.
                    Sin duda este ascenso fue posible también gracias a la familia polí-
                 tica del jurado Gómez de Aragón, pues estuvo casado con Leonor, hija
                 de Alonso de Cazalla, otro próspero mercader que había dado el salto
                 al oficio de jurado a fines del XVI. Hijo a su vez del escribano Pedro de
                 Llerena y yerno del mercader Juan de Chillón, todos ellos de conocida
                 procedencia conversa pero de posición socioeconómica más que des-
                 ahogada, el jurado Cazalla al final de su vida fundó una serie de cape-



                    18  Testamento, cláusula 37.
                    19  E. Soria Mesa, La nobleza en la España Moderna cit., p. 221.
                    20  J. Centeno Yáñez, Los jurados de Córdoba, 1454-1579. Estudio jurídico-institucio-
                 nal, Córdoba, 2000, p. 75.


                 Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVI - Agosto 2019      n.46
                 ISSN 1824-3010 (stampa)  ISSN 1828-230X (online)
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