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354 Gonzalo J. Herreros Moya
otorgó 4.500 ducados de dote, una fortuna solo alcanzable para la
élite de la aristocracia local. El propio Martín Gómez de Aragón dejó
2.000 ducados como dote a cada sobrina, y fundó por vía testamen-
taria un mayorazgo con un cortijo y censos por valor de 14.000 duca-
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dos de capital .
Pero la fortuna no era suficiente en la Edad Moderna para ser
alguien, sino que la consolidación de la posición social debía avalarse
también con el desempeño de un puesto de poder y con honores, esto
es, con imagen de nobleza, gracias al acceso a cargos u oficios que
legalmente no requerían de demostración de hidalguía –o tenían exi-
gencias fácilmente salvables–, pero que las convenciones sociales del
momento las revistieron de blasonada condición; proceso de ascenso
social que fue posible debido a que la Corona, siempre necesitada de
fondos y de afianzar clientelismos, vendió y otorgó como merced todo
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lo vendible de forma más velada o más descarada . Las juraderías de
los cabildos municipales, los oficios más bajos del poder urbano en
Castilla, fueron el ejemplo más claro y extendido, como veremos en
numerosas muestras de este trabajo, y a lo largo del siglo XVI el
puesto de jurado se consolidó como un puente entre los estratos aco-
modados pero no hidalgos y el estamento nobiliario. Un estatus con-
fuso entre los pecheros y los nobles, ya que en teoría se nutrían del
común pero su situación jurídica era de privilegiados, y por ello fueron
puerta de entrada a la consideración aristocrática de personajes que
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no lo eran . Y fue la grieta del sistema que aprovechó Martín Gómez
de Aragón como tantos otros, dando así el salto a la baja nobleza, pero
nobleza, al fin y al cabo, a través de este primer peldaño del escalafón
del poder municipal. La prueba más clara de que este oficio no supo-
nía una representación vecinal auténtica sino un mero honor social
se encuentra en que este caballero siguió viviendo toda su vida en el
barrio de la catedral a pesar de que su juradería correspondía al de
San Lorenzo.
Sin duda este ascenso fue posible también gracias a la familia polí-
tica del jurado Gómez de Aragón, pues estuvo casado con Leonor, hija
de Alonso de Cazalla, otro próspero mercader que había dado el salto
al oficio de jurado a fines del XVI. Hijo a su vez del escribano Pedro de
Llerena y yerno del mercader Juan de Chillón, todos ellos de conocida
procedencia conversa pero de posición socioeconómica más que des-
ahogada, el jurado Cazalla al final de su vida fundó una serie de cape-
18 Testamento, cláusula 37.
19 E. Soria Mesa, La nobleza en la España Moderna cit., p. 221.
20 J. Centeno Yáñez, Los jurados de Córdoba, 1454-1579. Estudio jurídico-institucio-
nal, Córdoba, 2000, p. 75.
Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVI - Agosto 2019 n.46
ISSN 1824-3010 (stampa) ISSN 1828-230X (online)