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360 Gonzalo J. Herreros Moya
escudo de ‘Carrasco’ castellano, esto es, en campo de plata un árbol
del carrasco y al pie del tronco dos animales encaramados, que según
los tratados son jabalís, pero aquí parecen lobos; el segundo cuartel
es el propio y más conocido de ‘Ladrón de Guevara’, un cuartelado
donde primero y cuarto tienen tres bandas rojas o de gules, cargadas
de una cotiza de plata, y de armiños, y segundo y tercero traen cinco
panelas. El tercer cuartel parece ser un castillo, propio del apellido
‘Castillo’ materno que tenían ambos caballeros, como ahora veremos;
y el cuarto apenas si se puede interpretar, pareciendo una parrilla.
Si acudimos a las fuentes eclesiásticas 35 para ver quiénes son estos
fundadores nos toparemos con sus respectivos testamentos, siendo el
de mayor interés el del segundo, don Pablo Carrasco. En 1652 otorgó
este personaje sus últimas voluntades y en aquel mismo año le llegó
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la muerte , y gracias a este documento se pone de manifiesto su tra-
yectoria vital y el rico patrimonio que había acumulado durante déca-
das. Se declara hijo de Diego López Carrasco y de María del Castillo, y
aparece como su principal dedicación ser tesorero de las Bulas de la
Santa Cruzada de Córdoba y su obispado. Aunque en su testamento
no aparece, en multitud de escrituras de ese mismo año se cita a sí
mismo también como jurado de Córdoba. Presume de impoluta gene-
alogía al aclarar que forma parte de las cofradías de la Sangre y los
Santos Mártires, ambas con «estatuto de limpieza», y a la par demues-
tra un alto nivel de vida y estar rodeado de miles de reales por todas
partes: las misas que ordena se cuentan por más de 5.000, y solo las
mandas de limosnas superan los 600 ducados. Declaró en bienes unas
casas, un oficio de escribano público que tenía arrendado a Miguel
Ximénez de Herrera y censos por valor de 4.300 ducados de principal,
aunque declaraba también ser acreedor de numerosas deudas a su
favor y custodiar más de 40.000 reales procedentes de las bulas. Sabe-
mos que Carrasco casó durante su vida dos veces, la primera con
María de Vargas, y la segunda, ya viudo, en 1639, con doña Ana Zapico
de la Basa, y de ambos logró tener descendencia. La dote de esta
última, que ascendió a 16.089 reales era otro ejemplo del desahogado
nivel de vida de esta familia. Como corresponde y en sintonía con lo
que aún podemos leer en la lápida, se mandó enterrar en su sepultura
y hueco en el convento de san Agustín.
Sin embargo, tras la lectura de este testamento no alcanzamos a
saber del todo quién es este caballero sociológicamente hablando. Más
pistas nos brinda el testamento de su hermano Juan López Carrasco,
35 Agoc, Capellanías, Leg. 944, expte. 1
36 Ahpc, Leg. 16.303, c. 1223
Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVI - Agosto 2019 n.46
ISSN 1824-3010 (stampa) ISSN 1828-230X (online)