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                 cia profesional que empezará a ser omitida por sus hermanos años
                 más tarde. De la reconstrucción familiar de todos ellos con diferen-
                 tes fuentes notariales y parroquiales observamos que todos se dedi-
                 caban  a  lo  mismo  pues  también  mercaderes  fueron  su  cuñado
                 Bartolomé Sánchez Aguilar, esposo de su hermana doña Isabel del
                 Castillo,  o  los  maridos  de  sus  dos  primas  hermanas,  Juan  de
                 Aguado,  casado  con  Ana  del  Castillo,  y  Andrés  de  Ascargorta,
                 casado con doña Isabel Rodríguez Ladrón de Guevara. Aunque no
                 tenemos conocimiento de su ascendencia conversa, sí que su cer-
                 canía de parentesco con apellidos tales como Concha, Herrera o
                 Melgarejo sugieren tener cierta sospecha, aunque para este estudio
                 no nos afecta si lo fueron o no.
                    Constando aún explícitamente su dedicación al comercio de telas,
                 en 1642 Pablo Carrasco se conviene con el convento de San Agustín
                 de Córdoba para que su comunidad religiosa le ceda un altar y hueco
                 para su enterramiento y sus descendientes «el segundo al lado del púl-
                 pito, con advocación de San Fulgencio, frente al altar de San Gui-
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                 llermo» , a cambio de una limosna no excesivamente cuantiosa que
                 ascendía a «400 reales por una vez». De la misma, Carrasco se obligaba
                 a hacer una losa y un frontal de altar de piedra para mantener con el
                 mejor lustre y labra posible el lugar. Estaba poniendo así las bases físi-
                 cas y tangibles que transformaran su fortuna en una imagen ennoble-
                 cida para la eternidad.
                    Sería no mucho tiempo después cuando adquiere el oficio de teso-
                 rero de la Bula de Cruzada de Córdoba, al que estará vinculado hasta
                 el final de su vida. Esto le haría ser beneficiario de unas importantes
                 rentas y manejar mucho dinero contante y sonante fruto de la recau-
                 dación, pues se cuentan por miles y miles de reales las cantidades que
                 en las escrituras notariales encarga que lleven a los centros de reunión
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                 de este impuesto, en Sevilla y Madrid . A partir de entonces ya no
                 vuelve a aparecer en la documentación como mercader, sino que su
                 nombre se escriturará ya siempre aparejado al de esta tesorería. Era
                 un salto cualitativo no tanto en su nivel de ingresos, que por supuesto
                 así sería, sino en lo referente a su posición social. Con este cambio, y
                 de la mano de su gran riqueza, consiguió borrar su pasado mercantil,
                 y para cuando falleció el día 29 de noviembre de 1652 y su cuerpo fue
                 depositado  en  su  sepultura,  ya  fue  recordado  como  ‘don  Pablo
                 Carrasco Ladrón de Guevara’. Su escudo de armas estaba allí para no
                 dejar lugar a dudas de su sangre aristocrática. Huelga decir que la





                    40  Ahpc, Leg. 10.106, c. 535
                    41  Por ejemplo, Ahpc, Leg. 16.302, fc. 3, 42, 157 o 350.


                 Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVI - Agosto 2019      n.46
                 ISSN 1824-3010 (stampa)  ISSN 1828-230X (online)
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