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380 Gonzalo J. Herreros Moya
que sin ducados no habría medio para comprar su ansiada condición,
y lo que era más importante, olvidar su origen.
En segundo lugar, tenía que producirse, sin excepción, el acceso a
una corporación de prestigio que revistiera de limpieza y nobleza a la
familia. Para la totalidad de los casos fue el cargo de jurado del regi-
miento de Córdoba la puerta de entrada para su nueva consideración.
A las juraderías se sumaron otros honores y cargos que limpiaron de
cara a la galería su sangre y les dotaron de poder de influencia variable,
tales como –paradójicamente– el Santo Oficio, la tesorería de las Bulas
de Cruzada o cofradías penitenciales y asistenciales con estatuto de
limpieza, sobre todo la de la Caridad de Nuestro Señor Jesucristo. Al
mismo tiempo, constatamos algunos casos de parientes que adquirie-
ron una prebenda catedralicia, lo que reforzó su ascenso desde otro
punto centrípeto.
Pero ese nuevo posicionamiento social tenía que traducirse en
cosas tangibles. Así, es transversal y general la compra y ocupación
de unas casas principales además de varios inmuebles de todo tipo,
la fundación de uno o varios mayorazgos y capellanías o memorias,
la adquisición de un lugar para enterramiento familiar con que pasar
a la eternidad y por supuesto la consolidación de unos apellidos que,
aunque con alguna raíz propia, tenían mucho de imitación de otros
importantes linajes conocidos, con los que, huelga decir, no tenían
ningún vínculo real. Y así, los Gómez llegaron a parecer lejanos prín-
cipes reales de Aragón, Gonzalo Muñoz se emparentó imaginaria-
mente desde la nada con los Velasco, los sencillos Ladrón se
revistieron de Guevara, los Castil o Sánchez fueron Castillejos, y un
Cárdenas por vía materna llegó a convertirse en un mucho más apa-
rente Fernández de Cárdenas. Al mismo tiempo, los que en vida
habían sido Martín, Andrés y Pablo, figuraron en sus lápidas como
“don’ Martín, ‘don’ Andrés y ‘don’ Pablo.
Todo lo anterior se tradujo en la creación y recreación de escudos
de armas con que exhibir ese aumento de poder de manera mucho más
contundente y perpetua, en las casas, en las rejas, en las escaleras,
en los retablos de las capillas. Unos escudos que tenían un doble sig-
nificado, desde un punto de vista interno y externo. Interno porque la
gran mayoría imitaron la composición de los cuarteles de las familias
nobiliarias –digamos– auténticas, para emparentarse ficticiamente con
ellas y obtener el mayor éxito posible . Y externo porque la mera pre-
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93 Una visión de conjunto para Granada a este respecto en E. Soria Mesa, Tomando
nombres ajenos. La usurpación de apellidos como estrategia de ascenso social en el seno
de la élite granadina durante la época moderna, en E. Soria Mesa, J. J. Bravo Caro (eds.),
Las élites en la época moderna: la Monarquía Española, Córdoba, 2009, vol. 1, pp. 9-28.
Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVI - Agosto 2019 n.46
ISSN 1824-3010 (stampa) ISSN 1828-230X (online)