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                 que sin ducados no habría medio para comprar su ansiada condición,
                 y lo que era más importante, olvidar su origen.
                    En segundo lugar, tenía que producirse, sin excepción, el acceso a
                 una corporación de prestigio que revistiera de limpieza y nobleza a la
                 familia. Para la totalidad de los casos fue el cargo de jurado del regi-
                 miento de Córdoba la puerta de entrada para su nueva consideración.
                 A las juraderías se sumaron otros honores y cargos que limpiaron de
                 cara a la galería su sangre y les dotaron de poder de influencia variable,
                 tales como –paradójicamente– el Santo Oficio, la tesorería de las Bulas
                 de Cruzada o cofradías penitenciales y asistenciales con estatuto de
                 limpieza, sobre todo la de la Caridad de Nuestro Señor Jesucristo. Al
                 mismo tiempo, constatamos algunos casos de parientes que adquirie-
                 ron una prebenda catedralicia, lo que reforzó su ascenso desde otro
                 punto centrípeto.
                    Pero  ese  nuevo  posicionamiento  social  tenía  que  traducirse  en
                 cosas tangibles. Así, es transversal y general la compra y ocupación
                 de unas casas principales además de varios inmuebles de todo tipo,
                 la fundación de uno o varios mayorazgos y capellanías o memorias,
                 la adquisición de un lugar para enterramiento familiar con que pasar
                 a la eternidad y por supuesto la consolidación de unos apellidos que,
                 aunque con alguna raíz propia, tenían mucho de imitación de otros
                 importantes linajes conocidos, con los que, huelga decir, no tenían
                 ningún vínculo real. Y así, los Gómez llegaron a parecer lejanos prín-
                 cipes reales de Aragón, Gonzalo Muñoz se emparentó imaginaria-
                 mente  desde  la  nada  con  los  Velasco,  los  sencillos  Ladrón  se
                 revistieron de Guevara, los Castil o Sánchez fueron Castillejos, y un
                 Cárdenas por vía materna llegó a convertirse en un mucho más apa-
                 rente  Fernández  de  Cárdenas.  Al  mismo  tiempo,  los  que  en  vida
                 habían sido Martín, Andrés y Pablo, figuraron en sus lápidas como
                 “don’ Martín, ‘don’ Andrés y ‘don’ Pablo.
                    Todo lo anterior se tradujo en la creación y recreación de escudos
                 de armas con que exhibir ese aumento de poder de manera mucho más
                 contundente y perpetua, en las casas, en las rejas, en las escaleras,
                 en los retablos de las capillas. Unos escudos que tenían un doble sig-
                 nificado, desde un punto de vista interno y externo. Interno porque la
                 gran mayoría imitaron la composición de los cuarteles de las familias
                 nobiliarias –digamos– auténticas, para emparentarse ficticiamente con
                 ellas y obtener el mayor éxito posible . Y externo porque la mera pre-
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                    93  Una visión de conjunto para Granada a este respecto en E. Soria Mesa, Tomando
                 nombres ajenos. La usurpación de apellidos como estrategia de ascenso social en el seno
                 de la élite granadina durante la época moderna, en E. Soria Mesa, J. J. Bravo Caro (eds.),
                 Las élites en la época moderna: la Monarquía Española, Córdoba, 2009, vol. 1, pp. 9-28.


                 Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVI - Agosto 2019      n.46
                 ISSN 1824-3010 (stampa)  ISSN 1828-230X (online)
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