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‘Escudos pintan escudos’: heráldica de judeoconversos y mercaderes en Córdoba... 381
sencia de un escudo, independientemente de su contenido, expresaba
la pertenencia a un estamento social, la nobleza y los privilegiados, es
decir el poder, del que todo el mundo ansiaba ser miembro, pero en el
que solo unos pocos tenían la suerte de haber nacido, y otros, menos
aún, la capacidad o aspiración de poder ascender a él sin que se
notara. Una heráldica pagada a golpe de ducados, unos blasones labra-
dos gracias al dinero atesorado durante décadas procedente del comer-
cio, de préstamos y otras rentas con las que pintaron flamantes
escudos como forma más directa, pública y duradera de una nueva
condición, porque de nada servía tener poder en la ciudad, un cargo
en la Inquisición o amasar una importante fortuna si nadie lo sabía, si
los vecinos no lo admiraban, si las generaciones venideras no lo recor-
daban. Y de ahí el tan mordaz como melancólico lamento poético del
genial Luis de Góngora cuando escribió ‘Cruzados hacen cruzados,
escudos pintan escudos, y tahúres muy desnudos, con dados ganan
condados…’.
La heráldica durante la Edad Moderna, pues, funcionó como len-
guaje visual necesario para mostrar lo que se era, pero a la vez, como
evidencian todos estos casos, para parecer lo que no, pues pareciendo,
se podía acabar siendo. Con este conjunto de escudos de armas dise-
ñados por y para familias de conversos y mercaderes de Córdoba queda
demostrado que la heráldica, lejos de ser una ciencia encorsetada en
unos principios teóricos estancos como desde el siglo XIX se nos ha
hecho creer, fue una práctica mucho más viva y permeable, en conso-
nancia con la propia sociedad que la produjo. Si los blasones vestían
los reposteros, palacios y capillas de las familias más antiguas del solar
hispano, también se asimiló alegalmente por parte de sangres nuevas,
infectadas por su origen hebreo o riqueza mercantil, que podían pare-
cer un peligro para el sistema, hasta que se integraron y se amoldaron
a los usos de las élites para formar parte de ellas, como lo hicieron con
sus oficios, casamientos, vestidos y honores. Y así, lo que al principio
fueron cuarteles y yelmos deliberadamente inventados a imitación de
linajes de apellidos similares o sencillamente tomando lo más icónico
de la heráldica española (castillos, leones, lobos, estrellas…), estas
familias conversas crearon una imagen nobiliaria tan mimetizada que
parecía auténtica. No existe pues una heráldica conversa en lo formal
o en lo estético, al contrario, debía parecer tan idéntica a la de los cris-
tianoviejos que resultara indistinguible: es heráldica conversa por la
naturaleza de sus usuarios, no por sus formas. Y de ahí lo complicado
de sacarla a la luz.
Es plausible pensar que en su misma época sus coetáneos arrojaran
dudas, burlas o incluso quejas al contemplar esos escudos pintados
con escudos, como hizo Góngora, porque aún estaban demasiado vivos
los recuerdos de los sambenitos de sus parientes reconciliados o pen-
n.46 Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVI - Agosto 2019
ISSN 1824-3010 (stampa) ISSN 1828-230X (online)