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298 Antonio J. Díaz-Rodríguez
Así pues, era él quien tramitaba las expediciones de los encargos de
letras apostólicas que le remitían desde diferentes puntos del territorio
giennense sus hermanos, principalmente Ruy Díaz de Molina, regidor
de Úbeda y riquísimo maderero, pero también en la ciudad de Jaén
Juan Ramírez de Molina, al que consiguieron una canonjía en la cate-
dral. También colaboró en la búsqueda de clientes Juan Mesía, vecino
de Úbeda. Quizá era pariente de los Molina, dado que su hermano
Fernando de Molina casó en segundas nupcias con doña Isabel Mesía
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Serrano . Lo más interesante del caso es que conocemos la fuente del
capital necesario para constituir este negocio y mantenerlo en el
tiempo: la madera.
Pedro de Córdoba, padre de los Molina, era maderero. El primogé-
nito, Ruy Díaz de Molina, tomó el negocio paterno y, con un esfuerzo
personal que reconocían sus convecinos y parientes, lo transformó en
una industria tremendamente lucrativa y de la que vivía toda la familia.
Todos los hermanos seglares colaboraban en el negocio, dedicado a
enviar miles de cargas de pinos desde la Sierra del Segura hasta
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Córdoba y Sevilla por medio de almadías . Ruy Díaz compró una regi-
duría en Úbeda, el señorío del Ayozar y fundó mayorazgo en cabeza de
su hija gracias a un patrimonio que se estimaba en más de sesenta
mil ducados. No obstante, una parte de las ganancias se dedicó a poner
y mantener en funcionamiento una compañía de negocios curiales con
una estrategia empresarial muy bien definida.
Durante los primeros años, se sostuvo económicamente a Lope de
Molina para vivir en la corte papal con ostentación hasta que el negocio
de letras apostólicas diera frutos. Casa, coche, criados, vestidos… para
ser alguien importante había que parecerlo, y las apariencias en Roma
venían a costar unos tres mil ducados anuales. Teniendo semejante
apoyo financiero, Lope de Molina no dependía del crédito que pudiera
conseguir, como otros curiales. Es más, Ruy Díaz de Molina podía
mantener en Roma una cuenta corriente, a la que enviaba para su her-
mano dos mil quinientos ducados al año.
El negocio curial, como ya comenté, se fundamentaba en gran
medida en la experiencia y la información, que hacían al hombre prác-
tico en Roma. Con esta idea clara, quien actuara como corresponsal en
la curia debía formar a quien hubiera de sucederle, para que no se per-
diera el bagaje de conocimientos acumulado . De este modo, los
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51 J.G. Barranco Delgado, Noticias sobre linajes ubetenses relacionados con la indus-
tria maderera (siglos XVI-XVIII), «Elucidario», 8 (2009), p. 200.
52 Ésta y las siguientes referencias proceden de J.G. Barranco Delgado, Noticias sobre
linajes ubetenses relacionados con la industria maderera (siglos XVI-XVIII) cit.
53 A.J. Díaz Rodríguez, El hombre práctico en Roma: familia y méritos en la elección de
agentes curiales de la Monarquía Hispánica, cit.
Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVI - Agosto 2019 n.46
ISSN 1824-3010 (stampa) ISSN 1828-230X (online)