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                    Así pues, era él quien tramitaba las expediciones de los encargos de
                 letras apostólicas que le remitían desde diferentes puntos del territorio
                 giennense sus hermanos, principalmente Ruy Díaz de Molina, regidor
                 de Úbeda y riquísimo maderero, pero también en la ciudad de Jaén
                 Juan Ramírez de Molina, al que consiguieron una canonjía en la cate-
                 dral. También colaboró en la búsqueda de clientes Juan Mesía, vecino
                 de Úbeda. Quizá era pariente de los Molina, dado que su hermano
                 Fernando de Molina casó en segundas nupcias con doña Isabel Mesía
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                 Serrano . Lo más interesante del caso es que conocemos la fuente del
                 capital  necesario  para  constituir  este  negocio  y  mantenerlo  en  el
                 tiempo: la madera.
                    Pedro de Córdoba, padre de los Molina, era maderero. El primogé-
                 nito, Ruy Díaz de Molina, tomó el negocio paterno y, con un esfuerzo
                 personal que reconocían sus convecinos y parientes, lo transformó en
                 una industria tremendamente lucrativa y de la que vivía toda la familia.
                 Todos los hermanos seglares colaboraban en el negocio, dedicado a
                 enviar  miles  de  cargas  de  pinos  desde  la  Sierra  del  Segura  hasta
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                 Córdoba y Sevilla por medio de almadías . Ruy Díaz compró una regi-
                 duría en Úbeda, el señorío del Ayozar y fundó mayorazgo en cabeza de
                 su hija gracias a un patrimonio que se estimaba en más de sesenta
                 mil ducados. No obstante, una parte de las ganancias se dedicó a poner
                 y mantener en funcionamiento una compañía de negocios curiales con
                 una estrategia empresarial muy bien definida.
                    Durante los primeros años, se sostuvo económicamente a Lope de
                 Molina para vivir en la corte papal con ostentación hasta que el negocio
                 de letras apostólicas diera frutos. Casa, coche, criados, vestidos… para
                 ser alguien importante había que parecerlo, y las apariencias en Roma
                 venían a costar unos tres mil ducados anuales. Teniendo semejante
                 apoyo financiero, Lope de Molina no dependía del crédito que pudiera
                 conseguir, como otros curiales. Es más, Ruy Díaz de Molina podía
                 mantener en Roma una cuenta corriente, a la que enviaba para su her-
                 mano dos mil quinientos ducados al año.
                    El  negocio  curial,  como  ya  comenté,  se  fundamentaba  en  gran
                 medida en la experiencia y la información, que hacían al hombre prác-
                 tico en Roma. Con esta idea clara, quien actuara como corresponsal en
                 la curia debía formar a quien hubiera de sucederle, para que no se per-
                 diera  el  bagaje  de  conocimientos  acumulado .  De  este  modo,  los
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                    51  J.G. Barranco Delgado, Noticias sobre linajes ubetenses relacionados con la indus-
                 tria maderera (siglos XVI-XVIII), «Elucidario», 8 (2009), p. 200.
                    52  Ésta y las siguientes referencias proceden de J.G. Barranco Delgado, Noticias sobre
                 linajes ubetenses relacionados con la industria maderera (siglos XVI-XVIII) cit.
                    53  A.J. Díaz Rodríguez, El hombre práctico en Roma: familia y méritos en la elección de
                 agentes curiales de la Monarquía Hispánica, cit.


                 Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVI - Agosto 2019      n.46
                 ISSN 1824-3010 (stampa)  ISSN 1828-230X (online)
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