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Mendigos y mecenas. extranjeros en Cartagena de Indias en la década de 1630   571


                    Rodríguez una nueva composición que se la concedió por el pago de
                    400 pesos en septiembre de 1630 .
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                       Diego  Chaz  de  Olivera,  de  la  villa  de  Estremoz,  también  pagó  la
                    carta de composición varias veces para asegurar sus prósperos nego-
                    cios. La primera carta la pagó en 1619 en Panamá, por 100 pesos. La
                    segunda composición, también en Panamá, ocurrió en 1624 y le costó
                    300 pesos. En 1630 le expresó al visitador Antonio Rodríguez que, por
                    tener dos cartas de naturaleza, no debería ser afectado por la comisión
                    contra los extranjeros, pero que quería servir de nuevo al rey, que ya
                    era Felipe IV y no Felipe III. Su enorme caudal, formado por casas,
                    estancias, esclavos y plata labrada, era  de 15,000 pesos, en los que
                    estaban incluidos los 10,000 pesos de la dote de su esposa, la sevi-
                    llana María de Soto.  Su oferta fue aceptada de inmediato, por el pago
                    de 500 pesos, que dio en un solo contado.
                       Los agentes portugueses de las compañías que tenían el monopolio
                    de los asientos esclavistas debían ser individuos casi imprescindibles
                    en ciudades como Cartagena por sus vínculos y por el conocimiento
                    de las redes con las que operaba el comercio ilícito de esclavos, que
                    era paralelo al comercio legal y del que se beneficiaba toda la ciudad
                    para obtener esclavos más baratos. Fue el caso de Antonio de Olival,
                    oriundo de Lisboa, y que vivió en Cartagena entre 1619 y 1629 como
                    guarda mayor del asiento de esclavos de Antonio Fernández Delvas.
                    Después de terminar dicho asiento, Olival se quedó en Cartagena para
                    cobrar dineros que le debían a Fernández en Cumaná, en Santo Do-
                    mingo, y Caracas. Aunque estaba pobre por haber sido robado por los
                    holandeses en su último viaje, quiso ser admitido a la composición,
                    que se le otorgó por el pago de 400 pesos.
                       La importancia de las redes familiares de los extranjeros se hizo
                    patente cuando en septiembre de 1630 se presentó ante el juez Anto-
                    nio Rodríguez un sobrino de Bartolomé Mayoco, que tenía el mismo
                    nombre de su tío, el genovés que en 1609 obtuvo licencia para comer-
                    ciar en Cartagena ponderando las obras de ornato que hizo en ella.
                    Como su tío, quería carta de naturaleza. Este segundo Bartolomé Ma-
                    yoco tenía 38 años, era de Palermo y llegó a Cartagena en 1610 en
                    compañía de su padre Agustín Mayoco. Allí se casó con la cartagenera
                    Catalina Mioto, que aportó la jugosa dote de 8,000 pesos, con los que
                    Bartolomé prosiguió las actividades comerciales que habían enrique-
                    cido a su tío y a su padre. Además, fue alférez de una de las compañías
                    de milicia de la ciudad por dos años. Por los servicios familiares se le
                    dio la carta de composición a cambio del pago de 450 pesos .
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                       83  Agi, Santa fe, 56B, N. 73, f. 27 r.
                       84  Agi, Santa fe, 56B, N. 73, f. 6 v.


                                              Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVIII - Dicembre 2021
                                                           ISSN 1824-3010 (stampa)  ISSN 1828-230X (online)
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