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                 con la ventaja de que sus noticias fueron redactadas de forma más o
                 menos coetánea al suceso particular que interesa, o cuando menos
                 mucho más cercana en el tiempo. En demasiadas ocasiones, además,
                 los documentos originales se han perdido y ésta es la única fuente
                 posible de información para tal o cual dato concreto.
                    De ellos, por lo demás, suelen proceder las noticias que luego copia-
                 ron sin pudor algunos de los cronistas locales de los siglos XIX y XX,
                 muchas veces sin indicar siquiera la procedencia. Siempre, lógica-
                 mente, será mejor acudir al inicio de la cadena informativa y evitar las
                 distorsiones que suele provocar la copia sistemática de los datos aje-
                 nos, cada vez más transformados por lo general.
                    El problema no radica, por tanto, en la utilización de esta fuente
                 por los estudiosos del patrimonio histórico-artístico. Los errores son
                 otros, y por cierto muy graves. Por un lado, el uso de este tipo de obras
                 como única fuente a la hora de tratar el ambiente social al que se ads-
                 criben los fundadores. Y esto se ha hecho infinidad de veces. Tratare-
                 mos de ellos un poco más adelante.
                    Pero lo peor, por otro lado, es que habitualmente estas historias urba-
                 nas se han empleado como si fuesen fuentes primarias, es decir, docu-
                 mentos de archivo. Otorgándoles una veracidad de la que suelen carecer
                 en realidad, pues son cualquier cosa menos eso. Estamos hablando de
                 literatura,  de  elaboración  sobre  materiales  más  o  menos  primarios.
                 Selección, sesgo, eliminación… de todo lo considerado improcedente.
                    Y además, pergeñada de una u otra manera por las élites locales.
                 Bien, por encargar directamente tales tratados; bien, por acogerlos casi
                 siempre con enorme gusto. Incluso a veces por escribirlos ellos mismos,
                 como parte más que interesada. Recordemos que don Andrés de Mora-
                 les y Padilla y don Diego Ortiz de Zúñiga, por poner dos casos notorios,
                 fueron regidores de las mismas ciudades que historiaban, respectiva-
                 mente Córdoba y Sevilla. Como muy bien resume Richard L. Kagan:

                    La importancia que estas obras concedían a las genealogías de la nobleza
                 local indica que el género, al menos en parte, representaba la voz, el medio de
                 expresión de las oligarquías urbanas en España, muchas de las cuales se afa-
                 naban por consolidar sus poderes y privilegios. Para estos nobles, las historias
                 en las que se laudaban las hazañas de sus antepasados eran la prueba defi-
                 nitiva de las razones por las que se merecían posiciones de privilegio dentro
                 de los ayuntamientos. En algunos casos, además, las genealogías brindaban
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                 a las familias de nuevos cristianos la posibilidad de eludir esa mancha .




                    7  R.L. Kagan, Clío y la Corona. Escribir historia en la España de los Austrias, en
                 España, Europa y el mundo atlántico. Homenaje a John H. Elliott, Marcial Pons, Madrid,
                 2001, p. 142.


                 Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVI - Agosto 2019      n.46
                 ISSN 1824-3010 (stampa)  ISSN 1828-230X (online)
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