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252 Enrique Soria Mesa
Sin embargo, nuestro conocimiento sobre la materia es aún muy
escaso, y no sólo por falta de datos o de investigaciones que en un
futuro puedan aportarse. El fenómeno es mucho más preocupante,
sobre todo en lo que respecta a la Época Moderna, especialmente en lo
relativo a los siglos XV-XVII. Los problemas principales, a mi entender,
vienen derivados de graves errores metodológicos en el análisis social
de los fundadores de los diversos ítems patrimoniales. Confusiones de
base tan grandes que han contaminado a infinidad de historiadores y
han generado por derivación una interpretación absolutamente erró-
nea de la cuestión.
Donde más, sin duda alguna, en lo relativo al patrimonio judeocon-
verso, es decir el generado por individuos y familias de origen hebraico,
insertas por lo habitual en fuertes procesos de ascenso social, obras
de arte mandadas erigir para cimentar esta progresión y ocultar la
herencia judía, anatema en la época.
En primer lugar, debido a que se ignora la procedencia judeocon-
versa de los comitentes en el noventa y nueve por cien de los casos,
por falta de investigaciones de base. Son cientos, acaso miles, los
“nobles caballeros” que en el fondo eran descendientes de condenados
por la Inquisición, o nietos o bisnietos de traperos o arrendadores de
rentas cristianos nuevos. Así, casi todos los fundadores judeoconversos
han quedado sepultados en el olvido, escondidos bajo el manto de
armiño de sus descendientes, ennoblecidos a posteriori. Ennoblecidos
entre otras cosas gracias a la fundación de estos monumentos.
En segundo término, por la escasa calidad de la mayoría de las
guías histórico-artísticas en las que se basan en buena medida los
autores para identificar las principales obras. Problema que se arrastra
desde hace dos siglos cuando menos, y como unos van copiando a
otros sin mayor criterio, los errores, incluso los de bulto, se mantienen
durante centurias. Otras veces, este tipo de literatura con suerte da el
nombre o título de los últimos propietarios de un palacio o casa, y nor-
malmente con errores. Por tanto, se identifica al dueño que vivió a fina-
les del siglo XIX con la familia del fundador que ordenó la construcción
trescientos o cuatrocientos años antes, habiendo existido casi siempre
una derivación genealógica entre uno y otro a través de infinidad de
apellidos y familias distintas. No digamos ya el disparate de asociar
ambos conceptos cuando el bien fue desvinculado durante el ochocien-
tos y vendido a otra estirpe, sin nada que ver con la primera.
Por otro lado, sumemos a lo anterior la habitual descontextualiza-
ción de las investigaciones de cada área de conocimiento, y el aisla-
miento temático que caracteriza a la academia. Compartimentos
estancos que no sólo no se comunican entre sí, es que casi ni se rozan.
Medievalistas que jamás leen trabajo alguno firmado por un moder-
nista, y viceversa; una Historia de América que parece autista; qué
Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVI - Agosto 2019 n.46
ISSN 1824-3010 (stampa) ISSN 1828-230X (online)