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                Manuel Francisco de Lira, posibilitó la estabilización del frente militar. La
                tímida contraofensiva que proporcionó este apoyo armado se materializó
                con las tablas firmadas en la batalla de Stromboli (8 de enero de 1676).
                Los impagos a la flota aliada y la pérdida de posiciones en el estrecho de
                Messina dejaron expedito el camino al desastre hispano-neerlandés en el
                combate de Augusta de abril del mismo año. Este nuevo lance se saldó
                con numerosas bajas, entre ellas, la del propio almirante Ruyter, y su-
                puso el afianzamiento galo en la zona. El bloqueo a las actuaciones his-
                pano-neerlandesas y la falta de dirección conjunta en el ataque francés
                de Palermo del junio siguiente provocaron una nueva derrota, con serias
                pérdidas materiales y humanas para los coaligados .
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                   En aquel verano, los Estados Generales retiraron sus naves de Sicilia,
                pero la aparente superioridad gala y su progreso en las acciones terres-
                tres fue contestado por España con el despliegue de galeras y unidades
                menores de apoyo sardas, genovesas y napolitanas, así como barcos cor-
                sarios procedentes de Mallorca. Un año después, las iniciativas del mar-
                qués de Villafiel para impedir el abastecimiento franco-mesinés con el
                movimiento de sus galeras derivaron en una fase de inercia pasiva. Esta
                estrategia ofensiva demostró los problemas derivados para Messina de la
                falta de aprovisionamiento y el descontento que comenzaba a nacer entre
                la población local como consecuencia de los excesos franceses. El refor-
                zamiento del ejército español fue una realidad con el compromiso de las
                Provincias Unidas de enviar una segunda flota, que arribaría en la pri-
                mavera de 1678. Estos factores, a los que se sumaría el agotamiento mi-
                litar borbónico tras los ataques en Taormina y Mola, las presiones paci-
                ficadoras inglesas y el ejercicio diplomático neerlandés en las conversa-
                ciones de Nimega preludiaron la inopinada retirada de las fuerzas de Luis
                XIV, que dejó a Messina a merced de los españoles .
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                   Abandonada de manera inesperada a su propia suerte, la ciudad
                del Estrecho había fracaso en su empeño y la entrega paccionada, con
                el consiguiente restablecimiento de la autoridad regia en todo el reino
                sículo, se mostró como la mejor opción. Al igual que había sucedido
                con Nápoles en 1649 o Barcelona tres años más tarde, los medios po-
                líticos insulares juzgaron positivamente cómo la ciudad podría ser ob-
                jeto de la clemencia de Carlos II. Sin embargo, la llegada de Francisco
                de Benavides Dávila, conde de Santisteban y marqués de las Navas,
                como nuevo virrey de Sicilia en sustitución del príncipe Vincenzo Gon-
                zaga, trastocó las aspiraciones de los antiguos rebeldes. La ira regis
                acabó por convertir Messina en un laboratorio de experimentación de


                   9  M. Herrero Sánchez, El acercamiento hispano-neerlandés (1648-1678), CSIC, Ma-
                drid, 2002, pp. 386-392.
                   10  L. Ribot, La Monarquía de España y la guerra de Mesina, Actas, Madrid, 2002.



                Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVII - Aprile 2020
                ISSN 1824-3010 (stampa)  ISSN 1828-230X (online)
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