Page 88 - 1 rivista 53
P. 88
602 Miriam Moriconi
cimiento minusvaloraba su rol de reproductora biológica de mano de
obra esclava y su utilidad para el servicio de amamantamiento que
solían cumplir como amas de leche negras .
24
En cuanto al fenómeno de la huida, la historiografía de la esclavitud
no ha identificado a la sociedad rioplatense con experiencias cimarro-
nas de alta intensidad por no haberse verificado la huida en masa
25
de numerosos planteles de esclavizados.as, ni haberse localizado in-
fraestructuras palenqueras como las que se han verificado en otros
espacios. No obstante, el cimarronaje se manifestó de formas diversas
por fuera de la economía de plantación o de las grandes haciendas
esclavistas . La historiografía andina más reciente ha hecho una con-
26
tribución significativa en la revisión del concepto a partir de investiga-
ciones minuciosas que relevaron las características del cimarronaje en
diferentes zonas, distinguiendo palenques célebres por el nivel de or-
ganización y control de recursos a lo largo del tiempo; otros intermi-
tentes y transitorios que no llegaron a articular un espacio productivo
y sólo funcionaron como campamentos y refugio, y otros grupos de
cimarrones que no fijaron un asentamiento pero erraban entre los ce-
rros y montes en una zona muy próxima a la ciudad de Lima, sin lo-
grar formar grupos permanentes .
27
Estas realidades diversas del cimarronaje plantearon interrogantes
acerca de la intervención de las mujeres, siendo un tópico común la
pregunta por la voluntad o autonomía de las mujeres negras frente a la
huida. Hay quienes hipotetizaron que las mujeres habrían estado me-
nos interesadas que los varones a la hora de abandonar la casa escla-
vista por temor a las violencias y peligros que las acechaban en la fuga
y las dificultades de la supervivencia en el cimarronaje, especialmente,
si estaban embarazadas o cargaban con hijas.os pequeñas.os. Afirma-
ron también que las mujeres no habrían sido más respetadas por los
varones negros que por los blancos, dado que en estas comunidades
24 F. Guzmán, ¡Madres negras...! cit.
25 Concibo como movilidades de alta intensidad –como lo es dentro de las movilida-
des compulsivas, la travesía atlántica por la trata negrera– a las prácticas de fuga co-
lectivas estructurantes de un ámbito convivencial o espacio autogestivo, como fueron
las bandas lideradas por algún jefe, los palenques, los cumbes o los quilombos.
26 Sobre los conceptos de petit y grand marronage acuñados en la experiencia antil-
lana, remito a G. Debin, Cimarronaje en el Caribe francés, en R. Price –comp.– Socieda-
des Cimarronas, Siglo XXI, México, 1981, pp. 101 y 103. Sobre los estudios clásicos
sobre cimarronaje pueden consultarse los demás trabajos de la misma compilación. F.
Márquez, I: Perez Wilke y E. Cobos, –comps.– Nuestra América Negra. Huellas, rutas y
desplazamientos de la afrodescendencia, UBV, Caracas, 2003.
27 B. Lavallé, Cerros, angustias y espejismos: ser cimarrón en los valles trujillanos
durante el siglo XVII, en Amor y opresión en los Andes coloniales, IFEA-IEP, Lima, 1999,
pp. 82-98. M. Arrelucea B. y J. Cosamalón Aguilar, La presencia afrodescendiente en el
Perú siglos XVI-XX, Ministerio de Cultura de Perú, Lima, 2015.
Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVIII - Dicembre 2021
ISSN 1824-3010 (stampa) ISSN 1828-230X (online)