Page 102 - 1
P. 102
Diaz Rodriguez (saggi)_4 26/09/19 07:13 Pagina 312
312 Antonio J. Díaz-Rodríguez
y el mercado curial. A lo largo de estas páginas creo haber podido
demostrar mi hipótesis de partida: la existencia de este espacio de
oportunidad, especialmente poblado de conversos entre sus agentes,
fue un factor determinante en el proceso de creación de los bienes
patrimoniales objeto de estudio. No por una razón cultural (religiosa,
estética), sino por una razón socioeconómica.
No puede afirmarse que el desempeño de una carrera como curial
caracterizara determinadamente el tipo de inversión suntuaria en sus
formas, o sea, el proyecto constructivo en sí o de monumentalización,
si se optaba por una determinada estética o se apostaba por ornamen-
tar la capilla en lugar de la fachada. Por lo general, los curiales no res-
pondieron a patrones característicos ni exclusivos. A lo sumo, podría
decirse que su intenso contacto con Roma pudo condicionar alguno de
ellos en lo que a gusto arquitectónico, iconografías o devociones se
refiere. Cierto es que como comitentes tuvieron un fácil acceso al
mundo italiano: Jerónimo da Fonseca hizo enviar desde Roma hasta
Sevilla al doctor Olalla de Rojas un par de grandes lienzos en 1596, el
doctor Miguel Bermúdez se trajo consigo a Córdoba una colección de
cerca de setenta cuadros, entre ellos pinturas italianas de Nuestra
Señora del Popolo, Santa Francisca Romana (durante cuya canoniza-
ción estaba en Roma) o Santa María Maggiore, el doctor don Lope de
Molina poseía pinturas notables, así como otras obras traídas tras sus
años de estancia en la corte pontificia…
Mas tampoco hay que olvidar que rara vez se trató de proyectos en
verdad personales (aunque excepciones las hubo). No fue así al menos
en estos niveles sociales. El tío encarga y financia el retablo o el sepul-
cro de turno, pero es al sobrino, a la hermana o los albaceas a quienes
a menudo encontramos contratando al pintor o al entallador. Con
suerte, vive para verlo iniciarse, sugerir la reutilización de algunos de
los cuadros que trajo de Roma o de aquel crucifijo que mandó hacer
en Italia con sus armas. Más comúnmente, queda como una manda
testamentaria que cumplir por los herederos de forma más o menos
fiel a sus deseos, si es que los expresó en detalle. Ni las dedicaciones
votivas son siempre respetadas, cambiando santas titulares de retablos
y advocaciones de capillas. Quizá porque, en última instancia, no era
eso lo más importante, sociológicamente hablando.
Sin embargo, ser curial sí que supuso una variable efectiva, no ya
en las formas, sino en los tiempos y en los medios. El capital necesario
para estas inversiones podía acumularse a un ritmo más acelerado que
el habitual y afrontar proyectos de una envergadura que no parece
corresponderse con el nivel socioeconómico familiar tan sólo una o dos
generaciones atrás: capillas de monseñores hermanos de artesanos,
palacios de protonotarios hijos de escribanos y nietos de condenados
por el Santo Oficio, etc.
Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVI - Agosto 2019 n.46
ISSN 1824-3010 (stampa) ISSN 1828-230X (online)