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Muntaner y la batalla de los Caballeros de la Muerte (Gagliano, febrero de 1300) 507
integrantes, guerreros escogidos y montados en buenos caballos,
habían prestado un juramento atroz ante la segura perspectiva de un
combate en campo abierto contra el enemigo: se habían comprometido
a enfrentarse a los imperiales cuando y dondequiera que fuese
necesario y a no emprender la retirada bajo ninguna circunstancia,
aunque les fuera la vida en ello; si en medio de la batalla alguno de
ellos intentase huir, sus propios compañeros lo matarían. Con esta
misma disposición de ánimo – según afirma Fiamma, que parece dar
rienda suelta a su fantasía al referirse a los efectivos que se hallaron
en la contienda – se habían preparado para la batalla, además de la
citada Compañía, trescientos ciudadanos milaneses que se harían
cargo de la custodia del Carroccio (el famoso carro de guerra de la
ciudad, descrito por Bonvesin de la Riva (s. XIII) en su De magnalibus
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urbis Mediolani) , y una compañía de jóvenes guerreros montados
sobre trescientos carros falcados:
Sotietas de la morth. Cristi anno MCLXXVI. Eminente in Roma Alexandro
tertio. Sedente beato Galdino archiepiscopo Mediolani. Imperante Federico
Barba Rubea. Iterum inter imperatorem et Mediolanum bella renovari
ceperunt. Tunc fuit facta in Mediolano una societas que dicta fuit societas
militum de la morte. Fuerunt novemcentum milites ellecti in magnis destrarys,
et iuraverunt in omni loco obviare imperatori in via, in campo parati cum ipso
pugnare, et numquam fugere, vel terga vertere. Et fuit statutum factum quod si
aliquis fugeret, cum securi mactaretur. Item iuraverunt quod in nullam
proditionem civitatis consentire, et dati sunt singulis singuli annuli aurei in
situar en el siglo XIX – en concreto, en el periodo del Risorgimento – el momento en que
la figura del supuesto héroe de Legnano comenzó a ejercer una poderosa influencia en
el imaginario colectivo italiano, convertida, a los ojos de los patriotas italianos que
luchaban en pro de la unificación, en un espejo en el que mirarse: no resulta extraño,
pues, que la compañía de poco menos de un centenar de lancieri comandada por el
coronel garibaldino Angelo Masina (1815-1849) diera en llamarse Cavalieri della Morte
(vid. A. Nannetti, Angelo Masini e i Lancieri della Morte, Museo nazionale del soldatino
Mario Massacesi, Bolonia, 2000), ni que tres décadas más tarde (en concreto, en 1879),
Giosuè Carducci celebrara el arrojo del guerrero lombardo y su compañía de caballeros
en uno de sus poemas más celebrados (Il Parlamento, en Edizione nazionale delle opere
di Giosuè Carducci, IV. Odi barbare e rime e ritmi, Zanichelli, Bologna, 1944, pp. 259-
265). Ni que decir se tiene que el mito ha seguido proyectando su larga sombra hasta
nuestros días: es bien sabido que la ultraderechista Lega Nord tiene en él una de sus
fuentes de inspiración, y que miembros de la militancia del partido han llegado a referirse
a su todavía hoy presidente federal, Umberto Bossi, como descendiente del propio Alberto
da Giussano (!) (Ch. Lindholm, J. P. Zúquete, The Struggle for the World: Liberation
Movements for the 21st Century, Stanford University Press, Palo Alto, 2010, p. 78).
17 Bonvesin de la Riva, De magnalibus Mediolani, V, 24, ed. P. Chiesa, Libri
Scheiwiller, Milano, 1997, p. 158. Sobre el uso de carros de guerra en las antiguas
ciudades estado italianas, vid. H. Zug Tucci, Il Carroccio nella vita comunale italiana,
«Quellen und Forschungen aus italienischen Bibliotheken und Archiven», 65 (1985), pp.
1-104; E. Voltmer, Il carroccio, Einaudi, Torino, 1997.
n.41 Mediterranea - ricerche storiche - Anno XIV - Dicembre 2017
ISSN 1824-3010 (stampa) ISSN 1828-230X (online)