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              Arrighetto, come maggior dell’oste, accettò la battaglia graziosamente; e
           dato l’ordine, deliberarono, il giorno che si dovesse essere in sul campo. La
           notte dinanzi il re d’Araona fece dodici maestri sopra l’esercito, i quali erano
           uomini di gran valore e sentimento. E la prima schiera furono tre mila buoni
           uomini d’arme, tutti vestiti a nero, e feceli la maggior parte cavalieri a spron
           d’oro, e chiamavansi i cavalieri della morte, e diè per lor capo il figliuolo, il qual
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           aveva nome messer Princivale .
              Huelga decir que, por obvias razones cronológicas, Muntaner no pudo
           conocer  el  novelliere de  Ser  Giovanni,  ni  el  poema  de  Casola  ni  el
           cronicón de Fiamma (en este último caso, quizá cabría preguntarse –
           aunque se trata de una pregunta que no tiene por el momento una
           respuesta cierta – si la leyenda sobre la batalla de Legnano tuvo en el
           Occidente europeo de inicios del siglo XIV un grado de popularidad
           suficiente para que alguien como Muntaner hubiera podido tener noticia
           de ella, o si, por el contrario, el relato del Chronicon Maius es un mero
           producto de la imaginación individual de su autor, como viene a sugerir
           el hecho de que ninguna otra fuente temprana se haga eco de él). En
           cualquier caso, las concomitancias en cuanto a la construcción del
           personaje colectivo de los Caballeros de la Muerte advertidas en los
           textos hasta aquí presentados confirman la naturaleza estereotipada de
           esta figura: nos hallamos, en efecto, ante un grupo de guerreros de élite
           que, movido muchas veces por el deseo de venganza, acude al campo
           de batalla determinado a destruir al enemigo o perecer en el intento. Por
           lo demás, conviene señalar que el consabido sobrenombre no sólo gozó
           de fortuna en el plano de las letras, sino también en el de la realidad del
           periodo medieval, pues sabemos que, hacia finales de la década de los
           60  del  siglo  XIII,  lo  usó  una  compañía  de  caballeros  activa,
           precisamente, en el reino de Sicilia: los Milites de Morte del ilustre infante
           don Fadrique de Castilla (1224-1277), hermano de Alfonso X el Sabio.
              Como es bien conocido, en el verano del año 1260 don Fadrique se
           había visto forzado a abandonar el reino de Castilla a causa de las malas
           relaciones que mantenía con su hermano el rey . Su destino había sido
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           el reino hafsí de Túnez, en el que se encontraba ya otro hermano suyo:
           el infante don Enrique (1230-1303), quien, habiendo tenido que huir de



              23  Ser Giovanni, Il Pecorone cit., vol. I, p. 223.
              24  Sobre la figura de Fadrique de Castilla, vid. M. González Jiménez, Alfonso X el
           Sabio, Ariel, Barcelona, 2004, pp. 86-87, 232-233, 316-322 y passim; M. González
           Jiménez, Alfonso X y sus hermanos (I), «Boletín de la Real academia Sevillana de Buenas
           Letras: Minervae Baeticae», 32 (2004), pp. 203-214. Un documentado análisis de la
           actividad militar del infante en el marco de las relaciones de la casa real castellana con
           el Imperio y la dinastía Hohenstaufen se encuentra en M. Diago, La monarquía castellana
           y los Staufer: Contactos políticos y diplomáticos en los siglos XII y XIII, «Espacio, Tiempo
           y Forma. Serie III, Historia Medieval», 8 (1995), pp. 51-84.



           Mediterranea - ricerche storiche - Anno XIV - Dicembre 2017    n.41
           ISSN 1824-3010 (stampa)  ISSN 1828-230X (online)
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