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150 Jesús Agua de la Roza
medida por una inmigración de la miseria que al llegar a la capital no
era absorbida en su totalidad por el sistema de aprendizaje gremial,
pasando a engrosar la mano de obra de la competencia y el trabajo
ilegal. En este contexto surge el esbozo de unas enseñanzas de forma-
ción profesional impartidas por parte de la Matritense, las Diputacio-
nes de barrio y la Junta General de Caridad en escuelas diseminadas
por los distritos populares de la corte. Estos ensayos educativos logran
formar a una voluminosa fuerza de trabajo con profundo carácter do-
méstico, lo que permite a las autoridades deshacerse del control ejer-
cido por las corporaciones de oficio y mantener la fuerza laboral bajo
su vigilancia. Así sucede con la apertura en 1779 del Montepío de Hi-
lazas en el Colegio de los Desamparados, que solo seis años más tarde
ya surtía de materia prima a unas 700 hilanderas de los barrios po-
pulares. El Montepío representa un eslabón más en el programa de
asistencia domiciliaria diseñado por Campomanes, siendo clave en la
agenda de reformas del sistema asistencial madrileño .
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Como vemos, los esfuerzos de los gobiernos borbónicos se centran
en la rama textil de la industria, sector que estaba empezando a sufrir
profundas mutaciones debido al incremento del número de maestros
sin taller propio, la proletarización de la oficialía y la competencia des-
leal a la que le estaban sometiendo los más señeros representantes del
capital mercantil. Para justificar el recorte salarial, el discurso ilus-
trado pretendía transformar ciertas artesanías textiles como el bor-
dado –pero también el proceso de hilado, el cardado y otros similares–
en «tareas fáciles» que, sin necesidad de reglas formales, cualquiera
pudiera aprender a través de la mera imitación y ser posteriormente
desarrolladas en el ámbito del hogar. El argumento empleado fue que
estas sencillas labores eran «apropiadas para el sexo femenino», ya que
las mujeres tenían «destrezas naturales» para ellas, podían realizarse
dentro de la unidad doméstica, y servir como ingreso complementario
al presupuesto familiar –en el que el hombre desempeñaría la figura
del breadwinner –. Esta es la razón por la que las escuelas-taller
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16 La creación de este nuevo mercado de trabajo ha sido estudiado por J. A. Nieto
Sánchez, Artesanos y mercaderes cit., pp. 419-426. Sobre el Montepío de hilazas,
véase C. de Castro, Orden público, política social y manufactura en el Madrid de
Carlos III, en S. Madrazo y V. Pinto (Editado por), Madrid en la época moderna:
Espacio, sociedad y cultura, Universidad Autónoma de Madrid/Casa de Velázquez,
Madrid, 1991, pp. 11-25.
17 Para Madrid, empero, se ha demostrado la elevada tasa de actividad femenina –
en torno al 60 por ciento– y el peso de las unidades domésticas encabezadas por muje-
res, invalidando el modelo de breadwinner para un porcentaje significativo de familias
capitalinas, V. López Barahona, Las trabajadoras en la sociedad madrileña cit., pp. 44-
45. Una aportación al debate desde el punto de vista europeo, en J. Humphries y C.
Sarasúa, Off the Record: Reconstructing Women’s Labor Force Participation in the Euro-
pean Past. «Feminist Economics», 18/4 (2012), pp. 39–67.
Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVII - Aprile 2020
ISSN 1824-3010 (stampa) ISSN 1828-230X (online)