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La colonización francesa de Malvinas en el Atlántico Sur (1764-1767) 639
recursos debe sembrar esperanzas. O la elaboración de un inventario
alentador para el que toma la posta. Pero la trama de raíces que ad-
hería al terreno por todas partes obligaba a realizar trabajos previos y
quemas para intentar los cultivos en una tierra que, si bien era negra,
no era fácilmente accesible. Nerville habló –en un tono también opti-
mista– de otro rubro, las semillas:
Nuestros resultados en agricultura nos dan mucha esperanza. Todas las
semillas de hortalizas han brotado. Con respecto al trigo, en los terrenos que-
mados crecieron magníficas espigas en lo que se refiere a su forma, pero casi
sin granos. Nuestra tierra, que es como si fuese virgen, requiere ser trabajada
por más tiempo e incluso mejorada con abono, y el que obtenemos de nuestros
animales no alcanza para realizar un ensayo 78
Este es un aspecto que evidentemente los empresarios colonizado-
res tenían que remarcar toda vez que, como ha escrito Alfred Crosby,
«las zonas polares resultan inservibles, y la zona comprendida entre
los 50° de latitud sur y el Circulo Antártico esta compuesta casi com-
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pletamente por agua» Cuando el relato de Pernetty transita por los
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hechos de finales de febrero de 1764 reconoce no obstante lo singular
de haber ido «a establecernos en un país desierto y desconocido sin
más víveres que pan, vino y aguardiente [...] convencidos de que la
caza proveería suficiente comida para alimentar a las más de ciento
veinte personas desembarcadas `e instaladas en un campamento»
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Los animales, de su lado, se comportaron desigualmente. Pernetty
admite que «Cuando desembarcamos, nuestros animales domésticos
estaban en un triste estado, parecían enfermos o moribundos. Los
abandonamos a su suerte en la orilla y llevamos hasta el pasto a los
que no podían sostenerse sobre sus patas. Al día siguiente, cuando
fuimos a ver si estaban vivos o muertos, nos sorprendimos mucho ya
que no encontramos ni caballos ni ovejas, y las vacas con sus terneros
estaban dispersas por el campo». Mientras que los caballos se escapa-
ron, parece que cerdos (de los cuales habían traído una docena entre
hembras y machos, uno castrado) y bovinos no tardaron más que unos
días en aquerenciarse . A pesar de que el tussac –gramínea coriácea
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78 Bougainville de Nerville a Dom Pernetty, desde Malvinas, el 25 de abril de 1765,
en Dp, p. 304.
79 A. Crosby, Imperialismo ecológico. La expansión biológica de Europa, 900-1900,
Crítica, Barcelona, 1999 [1986], p. 333.
80 Dp, p. 227. Cada rancho (grupo de siete hombres reunidos para comer juntos)
recibía «al menos una avutarda y una oca o una oca y dos patos o dos ocas y dos avu-
tardas y algunos de esos pájaros que se sumergen en el agua...» (Dp, p. 229) para la
comida principal de la jornada.
81 Dp, p. 225 y 231.
Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVIII - Dicembre 2021
ISSN 1824-3010 (stampa) ISSN 1828-230X (online)