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                con las preocupaciones que muchos tenemos sobre los gobiernos de
                los confines en las monarquías ibéricas. La colonización francesa de
                Malvinas me permite dialogar con ellos y con mis propias búsquedas,
                por ejemplo, porque los procesos de equipamiento político del territo-
                rio que estudié sobre tierra firme (en el Río de la Plata) y en este archi-
                piélago mantienen entre sí semejanzas importantes tanto como dife-
                rencias notables.
                   Al  estudiar  esta  colonización  en  particular,  encontramos  que  la
                compañía de Saint-Malo –que había escondido sus propósitos de con-
                suno con las más altas autoridades de la monarquía francesa– tenía
                la hipótesis de enfrentar un espacio vacío y Malvinas no les decep-
                cionó: a diferencia de los colonizadores de los litorales rioplatenses,
                caribeños o canadienses, los franceses de Malvinas no tuvieron la ne-
                cesidad de inventar un desierto político, porque ese archipiélago era
                un desierto a toda regla.
                   Al llegar al lugar, los colonizadores no solamente comienzan con
                la edificación del (precario) equipamiento político sobre un escena-
                rio que se les presenta como una tabula rasa sino que además, por
                primera  vez,  producen  un  asentamiento  que  intenta  modificar  el
                terreno y el orden ecológico de un espacio que, desde hacía décadas,
                se había señalado como un lugar clave para instalar un dispositivo
                de  repostaje  y  hasta  de  control  del  paso  interoceánico  al  sur  del
                mundo. En este sentido, vuelve a presentarse la innegable impor-
                tancia que tienen los elementos inmateriales a la par de los mate-
                riales a la hora de construir un escenario político local como expre-
                sión de un proceso que es mundial.
                   El enfoque sobre la vida material muestra que si bien algunas hi-
                pótesis de los colonizadores no resultaron ciertas –varios informes pre-
                vios suponían la existencia de madera en las islas– la movilización de
                microorganismos, semillas y de organismos mayores para reproducir
                condiciones de vida similares a las de las costas canadienses encon-
                traron como principal obstáculo al suelo y como principal predador a
                un enemigo que sí estaba entre los supuestos: el viento (más que el
                frío). A pesar de esto, aunque seguramente para continuar obteniendo
                apoyos económicos para el proyecto, el clima siempre fue retratado
                por los informantes con benignidad y asimilado al de las costas cana-
                dienses así como al del norte de Francia mientras que el nicho ecoló-
                gico nativo fue tratado, como en los trópicos, con un esquema preda-
                torio y extractivo a través de herramientas bien conocidas –desde el
                incendio de la isla de los pingüinos hasta las matanzas de avutardas y
                lobos marinos–.
                   La nueva posición francesa, aunque desértica, no estaba en el va-
                cío. Si al este del establecimiento de Port Louis los colonos se enfren-





                Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVIII - Dicembre 2021
                ISSN 1824-3010 (stampa)  ISSN 1828-230X (online)
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