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648 Darío G. Barriera
con las preocupaciones que muchos tenemos sobre los gobiernos de
los confines en las monarquías ibéricas. La colonización francesa de
Malvinas me permite dialogar con ellos y con mis propias búsquedas,
por ejemplo, porque los procesos de equipamiento político del territo-
rio que estudié sobre tierra firme (en el Río de la Plata) y en este archi-
piélago mantienen entre sí semejanzas importantes tanto como dife-
rencias notables.
Al estudiar esta colonización en particular, encontramos que la
compañía de Saint-Malo –que había escondido sus propósitos de con-
suno con las más altas autoridades de la monarquía francesa– tenía
la hipótesis de enfrentar un espacio vacío y Malvinas no les decep-
cionó: a diferencia de los colonizadores de los litorales rioplatenses,
caribeños o canadienses, los franceses de Malvinas no tuvieron la ne-
cesidad de inventar un desierto político, porque ese archipiélago era
un desierto a toda regla.
Al llegar al lugar, los colonizadores no solamente comienzan con
la edificación del (precario) equipamiento político sobre un escena-
rio que se les presenta como una tabula rasa sino que además, por
primera vez, producen un asentamiento que intenta modificar el
terreno y el orden ecológico de un espacio que, desde hacía décadas,
se había señalado como un lugar clave para instalar un dispositivo
de repostaje y hasta de control del paso interoceánico al sur del
mundo. En este sentido, vuelve a presentarse la innegable impor-
tancia que tienen los elementos inmateriales a la par de los mate-
riales a la hora de construir un escenario político local como expre-
sión de un proceso que es mundial.
El enfoque sobre la vida material muestra que si bien algunas hi-
pótesis de los colonizadores no resultaron ciertas –varios informes pre-
vios suponían la existencia de madera en las islas– la movilización de
microorganismos, semillas y de organismos mayores para reproducir
condiciones de vida similares a las de las costas canadienses encon-
traron como principal obstáculo al suelo y como principal predador a
un enemigo que sí estaba entre los supuestos: el viento (más que el
frío). A pesar de esto, aunque seguramente para continuar obteniendo
apoyos económicos para el proyecto, el clima siempre fue retratado
por los informantes con benignidad y asimilado al de las costas cana-
dienses así como al del norte de Francia mientras que el nicho ecoló-
gico nativo fue tratado, como en los trópicos, con un esquema preda-
torio y extractivo a través de herramientas bien conocidas –desde el
incendio de la isla de los pingüinos hasta las matanzas de avutardas y
lobos marinos–.
La nueva posición francesa, aunque desértica, no estaba en el va-
cío. Si al este del establecimiento de Port Louis los colonos se enfren-
Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVIII - Dicembre 2021
ISSN 1824-3010 (stampa) ISSN 1828-230X (online)