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                4. La pobreza de los pajes y marineros

                   Algunas de las trayectorias de los portugueses o italianos más afor-
                tunados han sido precisadas con relativo detalle por la razón evidente
                de que sus actividades comerciales dejaron una abundante informa-
                ción documental. O bien, al ser procesados por los tribunales de Santo
                Oficio de México, Lima y Cartagena se formaron extensos expedientes
                sobre sus vidas y bienes. Sin embargo, sobre los extranjeros más po-
                bres, solo tenemos poca documentación y tenues luces. La visita de
                Antonio Rodríguez a Cartagena en 1630 ofrece breves destellos sobre
                estas vidas. Las ciudades de donde provenía el mayor número de por-
                tugueses a los que interrogó eran de Lisboa, con 32, de Villanueva de
                Portimão, en el Algarve, con 14, y de Oporto, con 10. En términos glo-
                bales los sujetos del sur y del centro de Portugal constituían el 38,38
                de los lusitanos residentes en Cartagena .
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                   ¿Cómo llegaban a Cartagena o a otros puertos del Caribe los por-
                tugueses cuya pobreza les impedía regresar y, cómo ajustaban sus
                vidas a las difíciles condiciones en las que tenían que sustentarse?
                   Un primer grupo de estos individuos era el de los jóvenes marineros
                y pajes, que, al no poder, o no querer regresar, buscaron trabajo en
                las naves que partían de Cartagena hacia otros puertos del Caribe.
                Algunos de ellos eran unos niños cuando cruzaron el Atlántico como
                pajes en las naves esclavistas. Así, la mayor parte de sus vidas la ha-
                bían vivido en el Caribe y no en sus lugares de nacimiento. Las muje-
                res de los más pobres eran humildes mulatas cartageneras y no las
                criollas adineradas con las que se casaban los tratantes de esclavos.
                Veremos, pues, en primer lugar, algunas de las vidas de esos extran-
                jeros menos afortunados.
                   Antonio  de  Vivero,  de  Portimão,  la  ciudad  que  más  extranjeros
                aportó después de Lisboa, estaba casado con la cartagenera Isabel de
                la Cruz, con la que tenía dos hijos. En 1600 llegó a Cartagena, con
                apenas nueve años, como paje en un navío de Angola. Trabajaba en la
                estancia de Gonzalo López Medrano, y solo tenía la mitad de una casa
                de tablas de bahareque. Por no tener licencia para residir en la ciudad
                fue multado en 70 pesos . Un poco más de fortuna tuvo Andrés Ro-
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                dríguez, de la ciudad de Tavira, en el Algarve. Tenía 40 años cuando
                el oidor visitó Cartagena. Informó que a los 18 años llegó al puerto
                como grumete, que fue artillero en el presidio de la ciudad y que hacía
                tres años había puesto pulpería, en la que ganó más de 500 pesos,


                   31   E.  Vila  Vilar, Extranjeros en Cartagena (1593-1630),  «Jahrbuch  für  Geschichte
                Lateinamerikas»16 (1979) p. 156.
                   32  Agi, Santa Fe, 56 B, N. 73, f. 3 v.



                Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVIII - Dicembre 2021
                ISSN 1824-3010 (stampa)  ISSN 1828-230X (online)
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