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Mendigos y mecenas. extranjeros en Cartagena de Indias en la década de 1630 559
300 de los cuales los dio de dote a una de las hijas que tuvo de su
matrimonio con la cartagenera Juana Jorge. Rodríguez no recibió
carta de naturaleza y fue condenado a pagar 90 pesos .
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El único caso de un grumete portugués que alcanzó la prosperidad
necesaria para obtener la carta de naturaleza fue Gonzalo López, na-
tural de villa de Baruelos. En 1602, con 17 años, llegó al puerto con
la armada de don Jerónimo de Torres y Portugal, pero se quedó en-
fermo en Cartagena. Estaba casado con la portuguesa María de los
Ángeles y, descontando sus deudas, su fortuna se calculó en 4,000
pesos, representados, principalmente, en esclavos. Las informaciones
mostraron que era un sujeto confiable y por ello se le dio carta de
naturaleza a cambio de pagar 400 pesos .
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Aunque el viaje a Cartagena era visto como una oportunidad de
alcanzar algo de la riqueza de las Indias, a decenas de ilusionados
viajeros solo los esperaba la pobreza. El portugués Baltazar Hurtado
llegó al puerto en 1628 como criado de Alonso López, un vecino de la
ciudad Santa Fe, que le dijo que traía licencia para él como su criado,
pero no era cierto. Sin caudal propio, enfermo, y sin licencia para que-
darse en el puerto, debía sobrevivir vendiendo cintas del mercader
Cristóbal García en las calles de Cartagena. Una suerte similar tuvo
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Juan Suarez, de 20 años, quien también llegó a Cartagena en 1628,
como criado del piloto Juan García Lugones. Al enfermar, no pudo
regresar y también se dedicó a vender cintas. 36 Pese a la pobreza de
ambos, fueron condenados a pagar 30 pesos por no tener licencia para
vivir en el puerto. Las cintas tenían un importante mercado como «co-
sas de enamorados de reja» porque los soldados y marineros las daban
y recibían como prendas de amor con las jóvenes de los puertos, tal
como lo cuenta el soldado español Miguel de Castro, al relatar su pi-
caresca vida en Nápoles a finales del siglo XVI .
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Los itinerarios de los extranjeros que procesó el visitador son un
testimonio del activo comercio que había en el Caribe y cómo los asal-
tos de los corsarios, los huracanes o las enfermedades alteraban las
vidas de quienes se desplazaban en sus cálidas aguas. Este fue el caso
de Vicente Díaz, de 32 años, oriundo de Portimão. En 1627 viajó desde
España en la flota que iba para México a cargo de Juan de Benavides.
Sin embargo, fue víctima de un robo en Matanzas. De allí se desplazó
a La Habana y posteriormente a Maracaibo, desde donde se desplazó
33 Agi, Santa Fe, 56 B, N. 73, f. 2 v.
34 Agi, Santa Fe, 56 B, N. 73, f. 14 v.
35 Agi, Santa Fe, 56 B, N. 73, f. 6 r.
36 Agi, Santa Fe, 56 B, N. 73, f. 17 v.
37 A. Paz Y Mélia (editor) Vida del soldado español Miguel de Castro, escrita por él
mismo. (1593-1611). Espuela de Plata, Sevilla, 2013, p. 72.
Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVIII - Dicembre 2021
ISSN 1824-3010 (stampa) ISSN 1828-230X (online)