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                oficio de estanciero. Por ello, el 25 de septiembre de 1630 el oidor le
                cobró 400 pesos para concederle la carta de naturaleza .
                                                                      47
                   Los casos en los que antiguos marineros alcanzaban a reunir capi-
                tales como los de Téllez o Márquez eran poco frecuentes. Ector (sic)
                Fernández, de Coímbra, llegó a Cartagena como grumete, vivió en ella
                35 años ofreciendo sus oficios como marinero, pero, a sus 53 años, no
                tenía ningún caudal . Más favorable era la situación de Francisco Ro-
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                dríguez, del Algarbe. Con 50 años, también ejercía el oficio de marinero
                cargando los frutos de la tierra. En nueve años de residencia en Car-
                tagena adquirió una esclava y unas casas de bahareque y tabla, bienes
                por los que tuvo que pagar 100 pesos para residir en la ciudad, aunque
                sin carta de naturaleza . El marinero genovés Juan Pablos, con 70
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                años, tenía 30 años al llegar a la ciudad. Su caudal era de 500 pesos
                y, además, tenía dos esclavos. El oidor sospechó que podría tener más
                capital, pero se vio que no era así, aunque pagó 100 pesos de multa .
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                   La suerte de los pilotos de las naos, no de simples marineros, podía
                ser más favorable. Francisco Rivero Rocha, arribó a la ciudad como
                piloto  de  un  navío  esclavista  en  1624.  En  dicho  navío  Rivero  llevó
                nueve esclavos propios. Durante su estancia en Cartagena hizo viajes
                a otros puertos caribeños. Gracias a ello reunió un capital de 3,500
                pesos y ofreció voluntariamente 125 pesos al rey. Rivero también era
                de Portimão, un puerto en el que con toda seguridad se podrían en-
                contrar pilotos y marineros diestros en la navegación atlántica .
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                6. Las brumas de la infancia

                   Hombres que llegaban siendo niños al Caribe podían olvidar datos
                fundamentales sobre su propio pasado. Si no había testigos confia-
                bles, los jueces apenas podrían tener certezas sobre los primeros años
                de los individuos que investigaban. Cuando los vecinos de la ciudad
                sospechaban que alguien, que declaraba ser de origen castellano, pa-
                recía portugués, dicho sujeto era rodeado de un manto de sospechas
                del que difícilmente podría desprenderse. Así, el vecindario de Carta-
                gena decía que Luis de Lemos era portugués, pero él afirmó que era
                de Sevilla. Para más señas, bautizado en la magnífica parroquia de
                San Salvador. Al preguntársele por la razón de su estancia en Carta-



                   47  Agi, Santa Fe, 56 B, N. 73, f. 27 r.
                   48  Agi, Santa Fe, 56 B, N. 73, f. 10 r.
                   49  Agi, Santa Fe, 56 B, N. 73, f. 12 v.
                   50  Agi, Santa Fe, 56 B, N. 73, f. 17 v.
                   51  Agi, Santa Fe, 56 B, N. 73, f. 13 r.



                Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVIII - Dicembre 2021
                ISSN 1824-3010 (stampa)  ISSN 1828-230X (online)
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