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           Finalmente,  Muntaner  nos  muestra  a  unas  fuerzas  angevinas
           diezmadas por la carestía, la pestilencia y las sucesivas derrotas, para
           quienes  la  isla  de  Sicilia  se  ha  convertido  en  una  ratonera  sin
           escapatoria; Federico podría atacarles en cualquier momento con el
           pleno de sus tropas y asestarles el golpe de gracia, pero en lugar de
           ello, el rey de Sicilia vuelve a mostrarse misericordioso  (Muntaner, de
           hecho, convierte la clemencia en una de las cualidades definitorias del
           personaje): les perdona la vida y negocia la paz con ellos, lo que lleva
           a la firma del tratado de Caltabellota y a su consolidación en el trono.
              En definitiva, el episodio de Gagliano ocupa una oportuna posición
           como eslabón de una cadena narrativa en cuyo ensamblaje se observa
           una clara voluntad de moldear y presentar la realidad de acuerdo con
           una gradación in crescendo, en la que todos los hechos convergen sin
           casi ningún matiz en el triunfo final y sin paliativos de Federico de
           Aragón. Huelga decir que, a fin de construir este relato, Muntaner tiene
           que obviar necesariamente – y no es nada descabellado afirmar que lo
           hace muy a conciencia – muchos elementos que comprometerían o
                                                                          51
           cuanto menos matizarían el mensaje que quiere hacernos llegar .




              51  Así, por ejemplo, vemos que no hay en la Crònica mención concreta alguna sobre
           el  curso  de  la  guerra  siciliana  entre  enero  de  1296,  momento  de  la  coronación  de
           Federico, y octubre de 1299, cuando acontece la rebelión cataniense, lo cual resulta bien
           lógico: de haber cubierto este periodo, Muntaner habría tenido que tratar el espinoso
           asunto de la alianza de Jaime II con los Anjou y la Iglesia en contra de Federico (acerca
           de este punto, vid. J.A. Aguilar, «Lo rey d’Aragó no·ns fa sinó greuges e vilanies!»: papat
           i casa d’Aragó a la Crònica de Muntaner, «Estudis Romànics», 28 (2007), pp. 111-118); o
           relatar, asimismo, de qué modo en 1297 Guillem Galceran y Blasco de Alagón derrotaron
           sonoramente en la calabresa Catanzaro a un ejército angevino que les superaba en
           número por un amplio margen, victoria de la que, a pesar de ensalzar a estos dos
           personajes diciendo que sus enemigos los temían más que a nadie ni a nada en el mundo
           («ells dubtaven aquests II richs-hòmens més que persones qui fossen e·l món; et devien-
           ho  fer,  que  molt  eren  bons  cavallers  et  de  gran  valor  et  moltes  batalles  los  havien
           vençudes», R. Muntaner, Crònica cit., cap. 195), parece preferir no hablar porque uno
           de los capitostes del ejército angevino era precisamente el hasta la fecha invicto Roger
           de Lauria – entonces ya enemistado con Federico y alineado, como su señor el rey de
           Aragón, con sus antiguos enemigos –, quien a punto estuvo de perder la vida en la
           ocasión y solamente pudo huir in extremis de la masacre (N. Speciale, Historia Sicula
           cit., l. IV, cap. I, pp. 383-386); o explicar, finalmente, en qué momento el enfrentamiento
           entre Jaime y Federico llegó a su punto culminante, y hablar, por tanto, de lo que sucedió
           entre el 3 y el 4 de julio de 1299 en aguas de Capo d’Orlando, donde la armada de
           Aragón, dirigida por un Roger de Lauria sediento de venganza, se enfrentó y derrotó a la
           armada  de  Sicilia,  en  la  que  además  de  sicilianos  había  igualmente  catalanes  y
           aragoneses (J.A. Aguilar, Lo rey d’Aragó cit., pp. 119-122). Por otra parte, conviene
           advertir que también en la versión que Muntaner ofrece del conflicto siciliano desde 1300
           hasta su conclusión se aprecia alguna laguna significativa: así, en el mundo evocado
           por el peraladense no parece haber tenido nunca lugar la batalla naval de Ponza, librada
           el 14 de junio de 1300 – pocos meses después, por tanto, de las victorias de Falconara



           Mediterranea - ricerche storiche - Anno XIV - Dicembre 2017    n.41
           ISSN 1824-3010 (stampa)  ISSN 1828-230X (online)
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