Page 62 - 2
P. 62
530 Josep Antoni Aguilar Ávila
Finalmente, Muntaner nos muestra a unas fuerzas angevinas
diezmadas por la carestía, la pestilencia y las sucesivas derrotas, para
quienes la isla de Sicilia se ha convertido en una ratonera sin
escapatoria; Federico podría atacarles en cualquier momento con el
pleno de sus tropas y asestarles el golpe de gracia, pero en lugar de
ello, el rey de Sicilia vuelve a mostrarse misericordioso (Muntaner, de
hecho, convierte la clemencia en una de las cualidades definitorias del
personaje): les perdona la vida y negocia la paz con ellos, lo que lleva
a la firma del tratado de Caltabellota y a su consolidación en el trono.
En definitiva, el episodio de Gagliano ocupa una oportuna posición
como eslabón de una cadena narrativa en cuyo ensamblaje se observa
una clara voluntad de moldear y presentar la realidad de acuerdo con
una gradación in crescendo, en la que todos los hechos convergen sin
casi ningún matiz en el triunfo final y sin paliativos de Federico de
Aragón. Huelga decir que, a fin de construir este relato, Muntaner tiene
que obviar necesariamente – y no es nada descabellado afirmar que lo
hace muy a conciencia – muchos elementos que comprometerían o
51
cuanto menos matizarían el mensaje que quiere hacernos llegar .
51 Así, por ejemplo, vemos que no hay en la Crònica mención concreta alguna sobre
el curso de la guerra siciliana entre enero de 1296, momento de la coronación de
Federico, y octubre de 1299, cuando acontece la rebelión cataniense, lo cual resulta bien
lógico: de haber cubierto este periodo, Muntaner habría tenido que tratar el espinoso
asunto de la alianza de Jaime II con los Anjou y la Iglesia en contra de Federico (acerca
de este punto, vid. J.A. Aguilar, «Lo rey d’Aragó no·ns fa sinó greuges e vilanies!»: papat
i casa d’Aragó a la Crònica de Muntaner, «Estudis Romànics», 28 (2007), pp. 111-118); o
relatar, asimismo, de qué modo en 1297 Guillem Galceran y Blasco de Alagón derrotaron
sonoramente en la calabresa Catanzaro a un ejército angevino que les superaba en
número por un amplio margen, victoria de la que, a pesar de ensalzar a estos dos
personajes diciendo que sus enemigos los temían más que a nadie ni a nada en el mundo
(«ells dubtaven aquests II richs-hòmens més que persones qui fossen e·l món; et devien-
ho fer, que molt eren bons cavallers et de gran valor et moltes batalles los havien
vençudes», R. Muntaner, Crònica cit., cap. 195), parece preferir no hablar porque uno
de los capitostes del ejército angevino era precisamente el hasta la fecha invicto Roger
de Lauria – entonces ya enemistado con Federico y alineado, como su señor el rey de
Aragón, con sus antiguos enemigos –, quien a punto estuvo de perder la vida en la
ocasión y solamente pudo huir in extremis de la masacre (N. Speciale, Historia Sicula
cit., l. IV, cap. I, pp. 383-386); o explicar, finalmente, en qué momento el enfrentamiento
entre Jaime y Federico llegó a su punto culminante, y hablar, por tanto, de lo que sucedió
entre el 3 y el 4 de julio de 1299 en aguas de Capo d’Orlando, donde la armada de
Aragón, dirigida por un Roger de Lauria sediento de venganza, se enfrentó y derrotó a la
armada de Sicilia, en la que además de sicilianos había igualmente catalanes y
aragoneses (J.A. Aguilar, Lo rey d’Aragó cit., pp. 119-122). Por otra parte, conviene
advertir que también en la versión que Muntaner ofrece del conflicto siciliano desde 1300
hasta su conclusión se aprecia alguna laguna significativa: así, en el mundo evocado
por el peraladense no parece haber tenido nunca lugar la batalla naval de Ponza, librada
el 14 de junio de 1300 – pocos meses después, por tanto, de las victorias de Falconara
Mediterranea - ricerche storiche - Anno XIV - Dicembre 2017 n.41
ISSN 1824-3010 (stampa) ISSN 1828-230X (online)