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           consiguiente, eran plenamente conscientes de lo que les aguardaba al
           llegar al lugar en cuestión, esto es, una cruenta batalla de resultado
           incierto  contra  un  formidable  enemigo;  que  estaban  dispuestos  a
           jugarse el tipo en tan peligroso trance, en el que veían, sobre todo, una
           oportunidad de satisfacer el anhelo de venganza que albergaban en sus
           corazones. La impresión que, en fin de cuentas, se lleva el lector es que
           la truculenta muerte de aquellos hombres en Gagliano fue el último y
           orgulloso acto de un camino tomado deliberadamente, a sabiendas de
           los riesgos que entrañaba. Y sin embargo, hay motivos de sobra para
           pensar que históricamente ello no fue exactamente así. Merece la pena,
           pues, que nos detengamos, siquiera brevemente, sobre esta cuestión.
              Consideremos, por ejemplo, en qué momento tuvo lugar el combate:
           ya hemos visto que fue a lo largo del mes de febrero de 1300, en fecha
           indeterminada. Es decir, en invierno. Como sabe cualquier persona
           mínimamente familiarizada con las prácticas bélicas del Occidente
           medieval,  la  primavera  y  el  verano  eran  las  estaciones  en  las  que
           tradicionalmente se desarrollaban las campañas militares, porque para
           un ejército resultaba mucho más fácil moverse y conseguir provisiones
           en esas épocas del año; por contra, con la llegada de las estaciones
           frías lo más prudente era consolidar los avances conseguidos durante
           la  campaña,  guarnecer  castillos  y  fronteras  y  esperar  –  entre
           preparativos logísticos y de intendencia salteados, de vez en cuando,
           por  alguna  pequeña  escaramuza  o  cualquier  otra  acción  de  baja
           intensidad – el regreso de «lo gais temps de pascor» tan celebrado en
           los  poemas  trovadorescos,  momento  en  el  que  se  retomarían  las
           hostilidades a gran escala. Por eso mismo resulta difícil de creer que,
           por muy temerarios que fuesen, los Caballeros de la Muerte históricos
           lanzasen en pleno mes de febrero una expedición a Gagliano con el
           propósito directo de entablar batalla contra Blasco de Alagón y Guillem
           Galceran de Cartellà, obviando lo que establecían las leyes de la guerra
           y el más básico sentido común; más bien parece que, en realidad,
           concibieron la operación movidos por un objetivo menos heroico y más
                                                                            54
           pragmático, cuya consecución se les debió de antojar poco costosa .
              ¿Cuál era este objetivo? La lectura de las versiones de la batalla
           contenidas en las fuentes sicilianas lo deja bien claro: la toma del castillo




              54  Sigo aquí las agudas consideraciones que a propósito precisamente de Gagliano
           hace Colletta, quien destaca la «eccezionalità di episodi bellici che, como questo, si
           intraprendono anche fuori stagione, verosilmimente per la speranza [...] di ottenere senza
           troppa fatica e rapidamente un successo significativo sul nemico, in grado di compensare
           i pericoli e la difficoltà di una campagna militare invernale» (Cronica  Sicilie cit., cap.
           LXVIII, p. 152, n. a líneas 7-8). Sobre esta misma cuestión, vid. también P. Colletta,
           Storia, cultura  cit., pp. 220-223.



           Mediterranea - ricerche storiche - Anno XIV - Dicembre 2017    n.41
           ISSN 1824-3010 (stampa)  ISSN 1828-230X (online)
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