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532 Josep Antoni Aguilar Ávila
consiguiente, eran plenamente conscientes de lo que les aguardaba al
llegar al lugar en cuestión, esto es, una cruenta batalla de resultado
incierto contra un formidable enemigo; que estaban dispuestos a
jugarse el tipo en tan peligroso trance, en el que veían, sobre todo, una
oportunidad de satisfacer el anhelo de venganza que albergaban en sus
corazones. La impresión que, en fin de cuentas, se lleva el lector es que
la truculenta muerte de aquellos hombres en Gagliano fue el último y
orgulloso acto de un camino tomado deliberadamente, a sabiendas de
los riesgos que entrañaba. Y sin embargo, hay motivos de sobra para
pensar que históricamente ello no fue exactamente así. Merece la pena,
pues, que nos detengamos, siquiera brevemente, sobre esta cuestión.
Consideremos, por ejemplo, en qué momento tuvo lugar el combate:
ya hemos visto que fue a lo largo del mes de febrero de 1300, en fecha
indeterminada. Es decir, en invierno. Como sabe cualquier persona
mínimamente familiarizada con las prácticas bélicas del Occidente
medieval, la primavera y el verano eran las estaciones en las que
tradicionalmente se desarrollaban las campañas militares, porque para
un ejército resultaba mucho más fácil moverse y conseguir provisiones
en esas épocas del año; por contra, con la llegada de las estaciones
frías lo más prudente era consolidar los avances conseguidos durante
la campaña, guarnecer castillos y fronteras y esperar – entre
preparativos logísticos y de intendencia salteados, de vez en cuando,
por alguna pequeña escaramuza o cualquier otra acción de baja
intensidad – el regreso de «lo gais temps de pascor» tan celebrado en
los poemas trovadorescos, momento en el que se retomarían las
hostilidades a gran escala. Por eso mismo resulta difícil de creer que,
por muy temerarios que fuesen, los Caballeros de la Muerte históricos
lanzasen en pleno mes de febrero una expedición a Gagliano con el
propósito directo de entablar batalla contra Blasco de Alagón y Guillem
Galceran de Cartellà, obviando lo que establecían las leyes de la guerra
y el más básico sentido común; más bien parece que, en realidad,
concibieron la operación movidos por un objetivo menos heroico y más
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pragmático, cuya consecución se les debió de antojar poco costosa .
¿Cuál era este objetivo? La lectura de las versiones de la batalla
contenidas en las fuentes sicilianas lo deja bien claro: la toma del castillo
54 Sigo aquí las agudas consideraciones que a propósito precisamente de Gagliano
hace Colletta, quien destaca la «eccezionalità di episodi bellici che, como questo, si
intraprendono anche fuori stagione, verosilmimente per la speranza [...] di ottenere senza
troppa fatica e rapidamente un successo significativo sul nemico, in grado di compensare
i pericoli e la difficoltà di una campagna militare invernale» (Cronica Sicilie cit., cap.
LXVIII, p. 152, n. a líneas 7-8). Sobre esta misma cuestión, vid. también P. Colletta,
Storia, cultura cit., pp. 220-223.
Mediterranea - ricerche storiche - Anno XIV - Dicembre 2017 n.41
ISSN 1824-3010 (stampa) ISSN 1828-230X (online)