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Muntaner y la batalla de los Caballeros de la Muerte (Gagliano, febrero de 1300) 535
entregarles Gagliano sin resistencia si enviaban un contingente hasta
el lugar. A pesar del escepticismo inicial con que la oferta fue recibida,
a la postre los caballeros franceses terminaron por morder el anzuelo,
sobre todo porque a fin de dar más visos de veracidad a su fingido
propósito Pérez de Sosa les envió a un sobrino suyo para que les
sirviera como guía en la ruta hasta el castillo. Este personaje cumplió
perfectamente su papel en el ardid, pues condujo al conde de Brienne
y al resto de magnates del Anjou hasta el punto en donde les
aguardaban, dispuestos para entrar en combate, los hombres de
Guillem Galceran y Blasco de Alagón. Tras descubrir que habían sido
víctimas de una trampa y ante la disyuntiva de huir o pelear, los
angevinos eligieron lo segundo, y se trabó entonces la batalla, con el
desenlace conocido. Speciale concluye su relato con una nota un tanto
truculenta sobre la actuación de Pérez de Sosa tras la victoria de los
suyos: con un afán lucrativo exento de cualquier escrúpulo, recogió los
cadáveres de los nobles franceses caídos en la lucha y los hirvió
siguiendo la conocida técnica del mos teutonicus – que el papa
Bonifacio VIII había condenado como salvaje y pagana justo unos
meses antes de la batalla –, con el propósito de pedir rescate a los
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familiares que quisieran recuperar los huesos de sus difuntos .
Naturalmente, no hallaremos alusión alguna a la estratagema del
intrigante Pérez de Sosa en la Crònica muntaneriana, en donde el
episodio de Gagliano es referido en su dimensión puramente militar.
En efecto, el peraladense recrea simple y llanamente el hecho de armas
en sí, y lo hace con un tono vivaz y a ratos hiperbólico en el que, como
en tantas otras páginas del libro, se advierte sin gran dificultad la
influencia del lenguaje formulario propio de los cantares de gesta y los
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romans artúricos en la escritura y los usos narrativos del autor . Así,
imagina con mano maestra – y probablemente algo mentirosa – los
prolegómenos inmediatos de la batalla, cuando, ya casi dispuestas
ambas escuadras sobre el campo, los almogávares de Blasco y Guillem
Galceran proceden a su acostumbrado ritual guerrero antes de entrar
en combate: al grito de «Desperta, ferro!», hieren con las puntas de sus
59 «Montanerius voti compos effectus defunctos Gallos industria vendere studuit,
quos olim viventes sua calliditate decepit. Coxit etiam gentilium more cadavera, quorum
reliquias agnati pro pretio redimebant» (N. Speciale, Historia Sicula cit., l. V, cap. XII, p.
427). La práctica aquí descrita, en efecto, había sido condenada por el papa Bonifacio el
27 de septiembre de 1299 en su bula Detestande feritatis: sobre este particular, vid. E.A.
Brown, Death and the human body in the later Middle Ages: The legislation of Boniface
VIII on the division of the corpse, en «Viator», 12 (1981), pp. 221-270.
60 Sobre esta cuestión, además del clásico trabajo de J. M. Sobré, L’èpica de la
realitat: l’escriptura de Ramon Muntaner i Bernat Desclot, Curial Edicions Catalanes,
Barcelona, 1978, puede verse J.A. Aguilar, L’èpica, el roman i l’estil formulari de Ramon
Muntaner, en R. Muntaner, La Crònica de Ramon Muntaner cit., vol. I, pp. 223-261.
n.41 Mediterranea - ricerche storiche - Anno XIV - Dicembre 2017
ISSN 1824-3010 (stampa) ISSN 1828-230X (online)