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Mendigos y mecenas. extranjeros en Cartagena de Indias en la década de 1630 565
pocos lograban avanzar con algo de éxito en este campo. Debe recor-
darse que enfrentaban la competencia de decenas de soldados caste-
llanos que llegaban a Cartagena cada año y que estos tenían la ventaja
de encontrar más redes de familiares y de conocidos en la ciudad.
Además, no tenían la amenaza de ser expulsados, como sí ocurría con
los extranjeros, que terminaban atrapados por la pobreza en una ciu-
dad de la que no podían regresar a sus lugares de origen. Como se
verá, otra era la suerte de los portugueses o italianos que pertenecían
a las poderosas redes comerciales que se extendían hasta México y el
Perú y que tenían un punto de anclaje en el eje de Cartagena, Porto-
belo y Panamá.
En 1600, cuando tenía 16 años, Domingo Díaz, de la villa de Ba-
rredo, inmediata a Oporto, llegó a Cartagena en un navío de Guinea.
En los primeros trece años sirvió como soldado en el presidio de la
ciudad, en la que casó y enviudó. Al enfermar, dejó el presidio y co-
menzó a hacer viajes al lago de Maracaibo con ropas de Castilla y fru-
tos de la tierra, pero fue asaltado en dos oportunidades y quedó en la
ruina. Por ellos sólo se multó con 25 pesos .
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Algunos soldados abrían tiendas para vender mercancías al menu-
deo, como lo hizo el lisboeta Miguel de Chaves, de 33 años, quien llegó
como soldado en la nave capitana de la flota de 1621. Al enfermar, no
regresó a España y en 1625 consiguió que su esposa sevillana viajase
para reunirse con él en Cartagena. Sus bienes eran tres esclavos y
menudencias de una tienda, que sumaban 1,000 pesos, y por los que
fue multado con el pago de 150 pesos . Pedro Alonso, de Santarém,
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se unió en 1621 a las tropas que condujo Francisco Maldonado para
la conquista del Darién. Al fracasar la campaña, él regresó a Carta-
gena, donde abrió una pulpería. Se estimó que los bienes de la pulpe-
ría, más el valor de una esclava, sumaban un capital de 600 pesos,
100 de los cuales tuvo que pagar como multa al visitador .
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Francisco Andrada, de la villa de Sertã, de 26 años, casado con
potenciana Henríquez, de Évora, informó que en 1625 se unió como
alférez en la compañía que fue a la conquista del Marañón bajo la
dirección del gobernador Diego de Oliveira. Al llegar al Brasil, el gober-
nador lo despachó desde Pernambuco en un patache con ropa por va-
lor de 6,000 ducados para venderla en el Caribe con el fin de pagar la
infantería a su cargo. Después de vender la ropa en Margarita, An-
drada viajó a Santo Domingo y de allí a Cartagena, donde se quedó
por no tener caudal. Así, su extenso recorrido en Indias terminó con
61 Agi, Santa Fe,56B, N. 73, f. 8 r.
62 Agi, Santa Fe,56B, N. 73, f. 21 r.
63 Agi, Santa fe,56B, N. 73, f. 25 v.
Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVIII - Dicembre 2021
ISSN 1824-3010 (stampa) ISSN 1828-230X (online)