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                que el cristianismo primitivo y la patrística habían sabido emplear las
                obras de los poetas y los filósofos gentiles para preparar el camino a
                la moral cristiana, conjurando el deslumbramiento por los saberes clá-
                sicos y el encumbramiento de su moralidad que Fleury imputaba al
                humanismo renacentista.

                   3. Con las oportunas matizaciones que no han dejado de apun-
                tarse , la identificación de un pensamiento social católico susceptible
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                de ser definido como propio y genuino del Petit Concile no sólo intro-
                duce por tanto un matiz de complejidad en el panorama del catoli-
                cismo francés, que ya no sólo está poblado por jesuitas y jansenistas .
                                                                                  19
                También permite visualizar mejor, y bajo una dimensión igualmente
                colectiva, la implicación de ese cenáculo de devotos eruditos en cues-
                tiones epistemológicas y narratológicas que entonces se debatían in-
                tensamente. De entrada, cuando proclamaban la necesidad que aún
                se tenía de operar con la cultura clásica para superar los restos de
                barbarie derivados de una oscuridad medieval todavía no superada,
                aquellos devotos eruditos obviamente se estaban posicionando en el
                bando de los antiguos en la querella que se mantenía con quienes afir-
                maban por el contrario la superioridad cultural de los modernos . Por
                                                                              20
                su previa implicación y activa participación en el ambiente letrado de
                la Academia del presidente del Parlamento de París, Guillaume La-
                moignon, muchos de ellos, como Bossuet, Cordemoy o Fleury, en reali-
                dad llegaban al Petit Concile ya curtidos en la denuncia del daño irre-
                parable que entrañaba la ruptura de todos los puentes con la antigüe-
                dad. Y coincidiendo casi con el inicio de las sesiones del cenáculo,
                desde 1674, uno de sus miembros, Pierre-Daniel Huet, comenzaba la
                formidable empresa de la edición de los clásicos griegos y latinos ad
                usum delphini en las prensas de la Imprenta Real, figurándola como
                un preservativo contra la ignorancia y la barbarie . Huet podía ade-
                                                                 21
                más ser singular en el cuadro del Petit Concile por la censura del car-
                tesianismo con la que impregnaba toda esa colección. Pero no lo era
                en las batallas en las que se implicaba.



                   18  Cfr. la reseña del propio François-Xavier Cuche a la monografía de Preyat en Dix-
                septième siècle, 257 (2012/4), pp. 736-740.
                   19  Un autorizado acceso a ese particular universo católico francés en D. Van Kley,
                Los orígenes religiosos de la revolución francesa, Ediciones Encuentro, Madrid, 2002,
                cap. 1.
                   20  M. Fumaroli, Las abejas y las arañas. La Querella entre los Antiguos y los Moder-
                nos, Acantilado, Madrid, 2008, pp. 156 y ss.
                   21  A.G. Shelford, Transforming the Republic of Letters: Pierre-Daniel Huet and Euro-
                pean Intellectual Life, 1650-1720, University of Rochester Press, Suffolk, 2007, pp. 153
                y ss.



                Mediterranea - ricerche storiche - Anno XIX - Agosto 2022
                ISSN 1824-3010 (stampa)  ISSN 1828-230X (online)
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