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Las huellas del petit concile en el catolicismo ilustrado hispano 421
de Ítaca, adquiría un conocimiento directo de las diversas formas de
gobierno monárquico. Algunas eran despóticas y degradadas, corrom-
pidas por el lujo y el espíritu de conquista, como la de Pigmalión o la
establecida por Idomeneo tras su llegada a Salente. Y otras virtuosas
e incluso excelentes, como las de Sesostris en Egipto, Minos en Creta
o Baleazar en Tyro, que ilustraban las bondades de un gobierno ajus-
tado a la ley y ajeno a veleidades expansivas. Del contraste entre unas
y otras emergía una de las enseñanzas más presentes en el discurso
de Mentor: por un lado, que el despotismo y el lujo eran los dos males
que precipitaban inexorablemente la decadencia y la ruina de las en-
tidades políticas; y por otro, la disposición jerárquica de ambas, reite-
rándose al respecto que mientras el despotismo entrañaba la degra-
dación del monarca el lujo conllevaba la corrupción de toda la na-
ción . Pero la descripción de la Bética que Telémaco y Mentor escu-
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chaban de Adoan, el capitán fenicio del navío en el que huían de la
isla de Calypso, les situaba ante una forma de sociabilidad cualitati-
vamente distinta, propia y genuina de la edad de oro. A orillas del río
Guadalquivir, en una tierra fértil de clima agradable, sus felices y aus-
teros moradores, libres e iguales, que aborrecían la guerra y se abste-
nían de toda forma innecesaria de comercio y navegación para evitar
la corrupción de sus costumbres, desarrollaban una vida frugal y con-
fortable fundada en la agricultura y la ganadería, ajena al lujo y al
dinero, y para la que no se requerían ciudades, estado político, pro-
piedad privada, desigualdades ni rangos.
Tal y como detectó hace ya medio siglo Lionel Rothkrug, la Bética
plena de resonancias utópicas, y que emergía como el estadio más
elevado de una civilización material ajena al lujo, encontraba su ins-
piración en Las costumbres de los Israelitas de Fleury . Modelada so-
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bre la historia sagrada, la Bética, como ocurría con los israelitas de
Fleury o los griegos de La Bruyère, venía así a desempeñar un papel
equivalente al que jugaba el estado de naturaleza en la argumentación
de los autores iusracionalistas . La más honda sustancia de la Bética
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se hacía de hecho plenamente evidente al contraponerse con la visión
del reino de Salente gobernado por Idomeneo al que poco después de
escuchar al fenicio Adoan llegaban Telémaco y Mentor. Frente a la idí-
lica Bética, y como su antítesis, Salente se alzaba ante ellos como el
33 P. Schuurman, «Fenelon on luxury, war and trade in the Telemachus», History of
European Ideas, 38/2 (2012), pp. 179-199 y Ph. Bonolas, «Fénelon et le luxe dans le
Télémaque», Studies on Voltaire and the Eighteenth Century, 249 (1987), pp. 81-90.
34 L. Rothkrug, Opposition to Louis XIV. The political and social origins of the French
Enlightenment, Princeton University Press, Princeton, 1965, pp. 234-298.
35 E. Adams, Liberal Epic. The Victorian Practice of History from Gibbon to Churchill,
University of Virginia Press, Charlottesville, 2011, pp. 24-26.
Mediterranea - ricerche storiche - Anno XIX - Agosto 2022
ISSN 1824-3010 (stampa) ISSN 1828-230X (online)