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422                                       José María Iñurritegui Rodríguez


                reino irracional del lujo, las pasiones, el mal gobierno y la guerra. Ver-
                dadera clave de bóveda del entramado argumental de las Aventuras,
                la contraposición entre ese monstruoso Salente y la Bética no se ago-
                taba de todos modos en sí misma. Si Istvan Hont apuntó que las Aven-
                turas pueden entenderse como una historia tripartita del lujo es jus-
                tamente porque la secuencia narrativa que abría una Bética ajena al
                lujo, y continuaba un Salente entregado al mismo, se terminaba abro-
                chando con el enunciado de la ambiciosa tarea de reforma emprendida
                y consumada por Mentor para el reino de Idomeneo .
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                   A diferencia de lo que podía ocurrir con la constitución eclesiástica de-
                tectada por Fleury en los tiempos de la iglesia primitiva, dicha reforma
                no suponía en este caso ninguna tentativa de resurrección del orden mo-
                ral de la Bética. Su imitación se entendía imposible en una sociedad com-
                pleja que había atravesado ya el estadio del lujo, el comercio y la guerra.
                De lo que se trataba era más bien de restañar las heridas derivadas de
                ese estadio mediante una intervención legislativa que, básicamente, se
                articulaba sobre cinco polos: la desarticulación de la economía urbana
                del lujo mediante la promulgación de leyes suntuarias y una ley agraria;
                la creación de un puerto inspirado en Tyro, pero sometido a una draco-
                niana regulación que contuviera al comercio, al igual que ocurría con las
                manufacturas, en el plano de la complementariedad con la agricultura y
                la cobertura de las necesidades elementales; la renuncia a una política
                de conquista para en su lugar buscar la afirmación de Salente como fiel
                del equilibrio de poderes en su entorno; el establecimiento de un sistema
                social jerárquico dividido en siete rangos, en cuya cúspide se situaban
                los más antiguos linajes aristocráticos; y la promoción de un sistema
                educativo y de instrucción pública llamado a auspiciar la moralización
                de las costumbres.
                   Identificando su primera definición en las obras de Fleury, con re-
                ferencia  también  al  anti-maquiavelismo  y  anti-escepticismo  de  sus
                Pensées  politiques,  Rothkrug  catalogó  ese  planteamiento  de  abierta
                desafección hacia la lógica del mercantilismo auspiciada por Colbert
                bajo la plástica etiqueta de agrarismo cristiano. Más recientemente,
                autores como Henry C. Clark han podido matizar su enunciado, inci-
                diendo en que ese Christian agrarianism no conllevaba realmente una
                enmienda a la totalidad contra el universo del comercio como el que
                pudiera deducirse del esquema de Rothkrug. Se ha venido así a seña-
                lar que esa línea de exaltación de la simplicidad de la vida rural arrai-
                gada en la agricultura no desarrollaba una crítica contra un «mundane


                   36  I. Hont, «The early Enlightenment debate on commerce and luxury», en M. Goldie
                y R. Wokler (eds.), The Cambridge History of Eighteenth-Century Political Thought, Cam-
                bridge U.P., Cambridge, 2008, pp. 379-387.



                Mediterranea - ricerche storiche - Anno XIX - Agosto 2022
                ISSN 1824-3010 (stampa)  ISSN 1828-230X (online)
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