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                ser determinante, hasta el punto de que su personalidad modeló la
                proyección naval mediterránea de los otomanos, bien con sus opinio-
                nes sobre la materia, o bien con las acciones que realizaron durante
                las campañas.
                   Aquí es posible trazar una diferencia entre Solimán y el binomio
                Dragut/Barbarroja: si el primero es representado como una figura le-
                jana  –casi  en  todas  las  ocasiones–  del  escenario  mediterráneo,  que
                ubicaron sobre todo en la ciudad del Bósforo, o en las fronteras hún-
                gara y oriental; los segundos estuvieron por el contrario muy presen-
                tes en el Mare Nostrum. Si el sultán fue quien rigió la Sublime Puerta,
                diseñó las políticas expansivas junto a su diwan, y el responsable úl-
                timo de preparar y poner en marcha la maquinaria bélica y logística
                para su consecución; ambos corsarios fueron quienes las pusieron en
                práctica, y guiaron su armada hacia poniente.
                   Por su parte, ‘Constantinopla’ aparece en la lista como el lugar más
                mencionado por los espías. De nuevo, no resulta extraño por cuanto
                fue el centro de gobierno del Imperio otomano; y el espacio donde suce-
                dieron una parte importante de las acciones marítimas narradas en el
                corpus textual. En consecuencia, este fue el punto de referencia hacia
                donde dirigieron su mirada o viajaron para obtener sus avisos. Otro
                punto importante de la geografía mediterránea muy nombrado fue ‘Ar-
                gel’, único bastión de la media luna en su cuenca occidental. En este
                caso, la razón principal tiene que ver con su papel como capital del
                corso berberisco que propulsó su conquista por Oruç y Hayreddin Bar-
                barroja en 1516. Anualmente, desde su puerto, flotillas corsarias se
                conformaban para salir a saquear las costas hispánicas e italianas, o
                para aguardar en puntos cercanos a rutas de comercio importantes
                para asaltar los navíos cristianos, todo ello con la esperanza de co-
                brarse un rico botín material y humano. Con espacio suficiente para
                hacer invernar a una parte importante de esos barcos, y hacer repa-
                raciones, la ciudad era además lugar habitual para la venta del pro-
                ducto obtenido en estas expediciones, especialmente de cautivos que
                terminaban por engrosar el tamaño de su población .
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                   En la lista, también se hallan referidos ‘Túnez’ y ‘Francia’. El pri-
                mero estuvo en realidad muy presente tanto en la política otomana
                como en la hispánica. La razón tanto de Solimán como de Carlos V y
                de Felipe II para controlar este enclave estuvo en la posición estra-
                tégica que tuvo en el canal de Sicilia y, con ello, para el control del
                Mediterráneo central. Su dominio por el enemigo supondría para el
                bando hispano-imperial un aumento de la peligrosidad turca contra
                las costas italianas, al contar con un puerto seguro donde resguardar



                   22  Miguel Ángel de Bunes Ibarra, Los Barbarroja cit., pp. 65-74.



                Mediterranea - ricerche storiche - Anno XX - Agosto 2023
                ISSN 1824-3010 (stampa)  ISSN 1828-230X (online)
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