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Los estudios sobre el patrimonio judeoconverso en la Corona de Castilla 227
estos responden verdaderamente al perfil de mecenas de la época: el de
personas de elevado estatus social y económico, con ciertos conocimien-
tos artísticos y estéticos, que protegieron y patrocinaron a determinados
artistas de manera más o menos continuada. Está claro que la inmensa
mayoría de los promotores artísticos de los tiempos modernos no enca-
jan dentro de esta definición, correspondiéndose más bien con otro tipo
de perfil: el de simples clientes que acudieron a los servicios de los artis-
tas de manera esporádica, carentes de cualquier inquietud estética y
con escaso interés por la promoción de las artes, más allá de su utili-
zación como instrumento de distinción social. No cabe duda de que las
diferencias entre unos y otros son ostensibles, por lo que conviene no
confundirlos a la hora de realizar la valoración de sus actuaciones. Es
este un problema que se viene arrastrando desde hace bastante tiempo,
sobre el que han llamado la atención diversos especialistas, a pesar de
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lo cual no se le está dando solución .
En segundo lugar, buena parte de los estudios realizados apenas
dedican atención a situar a los promotores en su contexto social o
institucional, limitándose poco menos que a ubicarlos entre las clases
privilegiadas –la nobleza y clero– y a presentar la iniciativa objeto de
estudio como una manifestación de la imagen del poder sin más. Este
hecho supone renunciar a la consideración de múltiples aspectos que
pudieron condicionar de manera extraordinaria la promoción de cual-
quier obra artística, cuyo conocimiento se torna esencial para la
correcta interpretación del objeto de estudio. Así, por ejemplo, resulta
fundamental contemplar no sólo su condición jurídica, sino también
su nivel dentro de la escala intraestamental de la época. Como es
sabido, durante los siglos de la modernidad existieron grandes dife-
rencias de poder y de riqueza tanto en el seno del estamento nobiliario
como del eclesiástico, las cuales se pusieron claramente de manifiesto
en las iniciativas artísticas llevadas a cabo por los mismos . Desde
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luego nada tuvieron que ver los contextos y los medios de que dispu-
sieron los miembros de la nobleza titulada o de la alta jerarquía ecle-
2 No es este lugar para profundizar en esta cuestión, que por otra parte ya fue tratada
en su día de manera magistral por J. Yarza Luaces, «Clientes, promotores y mecenas en
el arte medieval hispano», Actas del VII Congreso Español de Historia del Arte. Mesa I: Patro-
nos, promotores, mecenas y clientes, Universidad de Murcia, Murcia, 1992, pp. 17-47.
3 Sobre las jerarquías internas de los estamentos privilegiados trató en su día mag-
níficamente A. Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas en la España del Antiguo Régi-
men, Ediciones Istmo, Madrid, 1973, pp. 49-85, al que debemos de añadir los
imprescindibles trabajos de E. Soria Mesa, La nobleza en la España moderna. Cambio y
continuidad, Marcial Pons, Madrid, 2007, pp. 37-74 para el caso de la nobleza, y M.
Barrio Gozalo, El clero en la España Moderna, CSIC-Cajasur, Córdoba, 2010, para el
caso del clero.
n.46 Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVI - Agosto 2019
ISSN 1824-3010 (stampa) ISSN 1828-230X (online)