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                de su observancia, como de los mismos en el uso de los buenos actos
                y arreglo de sus conductas» .
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                   También la obra de Campomanes abunda en esta idea, al afirmar
                que «De todas las enseñanzas ha de ser la primera la doctrina cris-
                tiana» . Las constituciones para el gobierno del Hospicio del Ave Ma-
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                ría de 1734 dan buena muestra de la importancia de la religión en el
                centro, al señalar la obligatoriedad de la confesión para los internos
                tan pronto como eran recibidos en la institución . Este era el punto
                                                                54
                de partida de una rutina diaria condicionada por las prácticas religio-
                sas, que comenzaba con la misa de comunidad a primera hora de la
                mañana y se prolongaba en los refectorios, donde los capellanes no
                solo debían dirigir la bendición, sino encargarse también de que los
                internos guardaran silencio y compostura. Asimismo, el capellán era
                responsable de la conducta moral del asilado, del cumplimiento de los
                mandamientos, de su confesión, comunión y de la asistencia a las ce-
                remonias de la iglesia. Debía también asegurar que todos los pobres
                conocieran la doctrina católica, instruyendo a aquellos que aún no
                estaban familiarizados con sus principios en el momento de incorpo-
                rarse a la institución .
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                   Este control de la moralidad tenía también su manifestación física
                en la segregación de hombres y mujeres en cuarteles –o recintos– se-
                parados a fin de evitar el contacto entre ambos. En el cuartel de mu-
                jeres, la labor de control moral y cumplimiento de los preceptos reli-
                giosos corría a cargo de la rectora, responsable de la asistencia de las
                internas a misa y del rezo diario del rosario. Debía también mantener
                el orden en el refectorio mediante la lectura de un libro espiritual, y
                en su labor era asistida por la maestra de niñas, que se ocupaba tam-
                bién de la instrucción de las menores en la doctrina católica.
                   La segregación se extendía al ámbito laboral –como avanzamos an-
                teriormente– con la división de hombres y mujeres en fábricas y talle-
                res, respectivamente. El adoctrinamiento religioso se hizo extensivo al
                espacio de trabajo, donde los momentos de descanso lo eran también
                de rezo, reforzando así la estrecha vinculación entre religión y disci-
                plinamiento  laboral.  Tal  y  como  señalan  las  instrucciones  de  1803
                para los capellanes del Hospicio de Madrid y el Correccional de San
                Fernando, todos los días a las once de la mañana se debía detener la
                labor en las fábricas para recitar la doctrina cristiana, repitiéndose a
                las tres de la tarde –a las cuatro en verano– para rezar el rosario y



                   52  T. Anzano, Elementos preliminares… cit., p. 104.
                   53  M. Velázquez Martínez, Desigualdad, indigencia y marginación cit., p. 226.
                   54  Arcm, Diputación Provincial de Madrid, leg. 5.133/003, ff. 19v.-20.
                   55  Arcm, Diputación Provincial de Madrid, leg. 5.135/004, ff. 1-4.



                Mediterranea - ricerche storiche - Anno XVII - Aprile 2020
                ISSN 1824-3010 (stampa)  ISSN 1828-230X (online)
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